La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El gazpacho que sufrimos en Sevilla
La aldaba
El sábado se inauguraron las luces de Navidad en el centro de Sevilla. ¡Hágase la luz, Oseluí! Y se hizo. Y nos hartamos de leer tonterías en las redes sociales, unas veces en boca de representantes públicos, otras de particulares. Qué más da. Que si la fiesta de la luz, la fiesta de la ilusión, la fiesta donde volvemos a ser niños, la fiesta de las buenas intenciones, de la esperanza en un mundo mejor, de la sonrisas que deberíamos mantener todo el año... ¡Pero decid de una vez de qué es la fiesta, almas mías! ¿Alguien cuerdo en la sala? Que no penaliza proclamar alto y claro que la Navidad es la fiesta que conmemora el nacimiento del Niño Dios. Decidlo sin miedo, con toda naturalidad, con toda normalidad. Dejaos de leches migadas, de estupideces buenistas y de laicismos majaderos. Las cosas son lo que son. Y encendemos tan pronto las luces que hemos podido asistir a la ceremonia en mangas cortas, con 20 grados en los termómetros, con las estufas apagadas y una decoración en Sierpes a base de copos de nieves que son el símbolo del aire frío de aire acondicionado. En la Puerta de Jerez han puesto un árbol que no es de récord, como sí lo fue el que levantó mi Juan (Espadas) en sus últimas pascuas como alcalde, antes de que le hicieran y se dejara hacer la santa pascua en su partido con la peor operación política que se recuerda: de alcalde con vocación de permanencia a la zozobra mareante de liderar la oposición autonómica. Mi Juan se ha pegado el fin de semana dando barzones en Fibes entre abrazos y besos con los compañeros de partido. Y en el centro hemos tenido un pasacalles de músicos nazarenos, unos tíos que se han paseado con túnicas, capas y capirotes dando la nota un 30 de noviembre. El próximo fin de semana la gran traca de los ocho pasos a la calle, los tunos con la Inmaculada y el exorno de luces que ya se activa a diario hasta los Reyes. Los sevillanos sufrimos un verdadero gazpacho donde no hay límites, donde resulta difícil adaptarse a tantos ambientes a la vez. Sevilla los fines de semana tiene el mismo desorden ambiental que una gran capital, pero sin los servicios de Madrid. ¿No hay contaminaciones paisajísticas? Pues anoten la confusión ambiental como fuente de contaminación.
Al menos en la Plaza de San Francisco suena de vez en cuando un villancico clásico en el juego de luces que incluye una hermosa Inmaculada, una serie de efectos especiales en el plateresco de la fachada y unas imágenes de obras de arte que ignoramos que vinculación tienen con la Navidad. ¡Qué más da! Se trata de estar en la calle, grabar con el móvil y no atragantarse con el gazpacho. Falta un minuto para que haya torrijas en los escaparates de cara al domingo. Si hemos visto músicos nazarenos en noviembre por la Avenida... Y recordar que hace unos años se metían con Munarco. Y con la cesión de insignias para la decoración de escaparates comerciales. Aquí, al final, los más ordenados son los tunos. Y los socialistas de Fibes. Prietas las filas.
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