La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La 'mafia' consentida y conocida
Coubertin se estará removiendo en su tumba viendo cómo el espíritu olímpico se mancilla con tanta frecuencia en estos Juegos. “Lo esencial no es ganar, sino participar” sentenció Pierre de Coubertin, barón de Coubertin y fundador de los Juegos Olímpicos en su versión moderna. Esa frase motorizó el reencuentro con los mismos juegos que crearon los griegos y que estaba latente hasta nuestros días, pero anda en precario.
No sé qué importancia tiene el fútbol en ese rol que ha desvirtuado la esencia con que se recuperaron los Juegos, pero es indudable de que los casos de mala educación y poca deportividad se están dando en el fútbol. Argentinos, franceses y marroquíes han sacado los pies del plato dando una imagen de los Juegos que nada tiene que ver con lo que diseñó aquel barón y, sin duda alguna, las tanganas más propias de torneos de verano que de Olimpiadas las trajo el fútbol.
Tanganas y gestos para avergonzarse, algunos tan inapropiados como los muy repetidos por Achraf en inexplicables alardes de mala educación. Lo de este tipo es ridículo si no fuera por la pena que da ver tanto odio acumulado en una especie de sinrazón tremenda. El fútbol estuvo fuera de los Juegos desde el momento en que se profesionalizó y con el tiempo se fueron buscando fórmulas para volverlo a meter en el ideario olímpico, pero al final tendrán razón sus objetores.
Y es esa especie de otro fútbol lo que le provoca sarpullido a quienes optan por la deportividad y la frase del Barón de Coubertin. Con el fútbol ha llegado a los Juegos una corriente de mala educación inadmisible y nos podemos congratular de que, por el momento, nuestra selección esté al margen de todo eso. Tanto que ni siquiera cayó en las provocaciones de unos marroquíes que ya mostraron la patita en aquella eliminación en Qatar. Qué horror lo del otro fútbol y sus padres.
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