El frío, socorrido amigo

15 de enero 2025 - 03:08

Elon Musk, edecán de Trump y hombre de probada bonhomía, ha traído la nieve a Sevilla. Gracias al príncipe de los altruistas existe Grok, herramienta de IA que opera, cual chatbot avanzado, con un potente lenguaje que le permite interpretar instrucciones y generar contenido visual. A través de Grok se extraen imágenes recreadoras de una aparente Sevilla cubierta por la nieve. El paisaje urbano, a poco que uno se fije, es poco fiable y deficiente, pero ofrece postales amables sobre cómo quedarían la Plaza de España, la Avenida de la Constitución o el puente de Triana bajo la mansedumbre del silencio blanco.

El frío que ahora se nos inocula de los pies al cráneo, le permite hallar a uno, al cabo columnista del montón, un socorrido tema del que poder escribir. Por eso uno agradece el frío, tan inhospitalario, por otra parte, en los lares del Mediodía. La nieve de Grok me hace pensar en aquel friolento 2 de febrero de 1954, donde la Sevilla gris del cardenal Segura amaneció insólitamente nevada. Ha sido la última vez que la blanca pellada recubrió la ciudad para ensimismarla aún más en su querencia por la enfermedad. Quienes hoy frisan más de setenta años lo vivieron. La nieve cayó primero en 1905 un 22 de febrero y un tardío 24 de marzo. El blanco manto de la humildad cubrió también la ciudad un 10 de enero de 1945, en plena posguerra española, cuando aquí, a poco de caer el III Reich, aún se fusilaba como siniestra propina.

Quien ve caer la nieve nota como que la tierra enmudece. La ciudad se acalla. Igual que ocurre sobre el paisaje calmo del campo. Vi nevar por vez primera en el campus de Pamplona. No muchas más veces he asistido a la placentera mudez que trae la nieve, el manto que todo lo iguala, lo mismo el carácter de los edificios que el de las personas. Recuerdo que lo decía Orhan Pamuk en su libro de memorias sobre Estambul (he revisitado ahora la gran urbe bajo amagos de aguanieve).

En Sevilla, de elegir entre la fiesta de los 40 grados o el invierno y la niebla, uno prefiere el frío, aunque la ciudad, con su torpe logística, no logre atenuarlo (esas viviendas mal preparadas, esas puertas abiertas en bares y cafés, esos patios tristones donde helechos, kentias y costillas de Adán retendrán los fríos hasta las lágrimas de San Pedro). Leo ahora en la revista Cosmopolitan las frases más ideales para hacer compañía a un buen post de invierno. “Un copo de nieve es la mariposa del invierno”, leo cual post de enero de lo más cuqui. Toda una cursilada que me hace anhelar una deshidratación a medida bajo el tormento de julio. Todo llegará, en fin.

stats