¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Maneras de vivir la Navidad
Parece, por lo que se lee por ahí, que una de las últimas tendencias del postureo adolescente consiste en inundar las redes sociales con proclamas de apoyo a Francisco Franco. Tiempos extraños estos. Es como si a mí, a la misma edad, me hubiera dado por poner un póster en mi habitación –en aquellos años no había lugar para muchas más muestras de rebeldía– de Miguel Primo de Rivera o del que fuera presidente de la Primera República Estanislao Figueras, que ha pasado a la historia por proclamar en pleno Consejo de Ministros aquello de “señores, estoy hasta los cojones de todos nosotros” y luego largarse a París con viento fresco.
No crean que esta moda de reivindicar a Franco desde la más tierna juventud es sólo una ocurrencia propia de la edad del acné y de las tormentas de hormonas. Si por algo se caracteriza esa etapa de la vida es por cuestionar lo que viene dado, Un adolescente que no lleve la contraria ni es adolescente ni es nada. Y esto de que Pedro Sánchez y los suyos hayan convertido a Franco y el franquismo en una especie de comodín que lo mismo vale para un roto que para un descosido y que es sacado a pasear cada vez que, por alguna razón, vienen mal dadas no deja de ser un estímulo.
Pasa ahora, sin ir más lejos. Aprovechando que el año que viene se cumple medio siglo de que el anciano dictador murió en la cama de un hospital de la Seguridad Social, Sánchez piensa montar una especie de conmemoración gigante que celebre los cincuenta años de la recuperación de las libertades. Sin minusvalorar la importancia que el “hecho biológico” ocurrido el 20 de noviembre de 1975 tuvo en el devenir de la España contemporánea, aquel día nadie reconquistó ninguna libertad. Dos días después fue proclamado Rey el designado por el dictador para sucederle, que, en poco tiempo, con mucha habilidad y corriendo todos los riesgos desmontó la dictadura y construyó el edificio de la democracia.
Si algo hay que reivindicar el año que viene es el comienzo de Juan Carlos y no el final de Franco, pero las conveniencias políticas del inquilino de la Moncloa son las que son y, además, no están los tiempos para dedicar homenajes al exiliado de Abu Dabi. La manipulación más o menos grosera de la historia produce muchas veces efectos no deseados. Es de esperar que los jóvenes que ahora postean o suben vídeos de los pantanos y las viviendas que hacía el general se les termine pasando la tontería con el tiempo. Si no es así, para eso está la Historia y sus profesionales: para desmontar patrañas y mediante la investigación seria dejar las cosas en su sitio. El de Franco es el de un dictador sanguinario que tuvo secuestrado a un país cuarenta años tras una guerra civil que tiene lugar propio en los archivos de la infamia. ¿Que su época se puede juzgar con claroscuros y que España avanzó mientras él estaba al mando? Como la Alemania de Hitler, la Rusia de Stalin o el Chile de Pinochet. Pero eso no quita que Franco sea una de las peores cosas que le ha pasado a la España de los últimos dos siglos.
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