¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Maneras de vivir la Navidad
Para sevillanos y visitantes, la Plaza de España, que además de un gran espacio es un extraordinario edificio, ha sido y es el lugar más visitado de Sevilla y con gran interés turístico en el mundo, según medios especializados. ¿Quién no tiene una foto en la Plaza de España? En el espacio central, en las barcas de su ría, en las balaustradas de sus puentes de aire veneciano trianero, en alguno de los bancos de las provincias que con cariño buscan nuestros paisanos en sus visitas. ¿Qué pareja de recién casados no se ha hecho allí un reportaje? Policías que reciben su diploma, hombres y mujeres en las juras de bandera y grupos de amigos y familiares en las cenas que allí se celebran y en los espectáculos que acoge con éxito. También la Expo 92, de la que ahora se cumplen treinta años, quiso celebrar su puesta de largo en la Plaza de España. Al igual que la casa Dior, que nos anuncia una visita de postín para poder fotografiar a sus modelos en nuestro excepcional edificio. Hasta Lawrence de Arabia y la reina Amidala de Naboo se han fotografiado en sus espacios y galerías.
Aníbal González tuvo, en mi opinión, el mayor acierto de su carrera de arquitecto cuando decidió que el conjunto formado por los pabellones de Actos y Fiestas, el de Industria y el de Agricultura, junto con las dos grandes pérgolas que en su conjunto abrazaban la ría, se transformaran en un solo edificio de forma semicircular, con dos torres en los extremos. Tuvo algo más que un buen día el arquitecto, fue un gran éxito y uno de los mayores legados a su ciudad. Hace unas semanas la historiadora Amparo Graciani pronunció en la Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría una conferencia titulada La academia, los académicos y la Exposición Iberoamericana. Un balance crítico de los hechos. En su discurso planteó los veinte años de fuerte implicación en el certamen de muchas personalidades sevillanas: Luis Rodríguez Caso, José Gestoso, Gonzalo Bilbao, Manuel Ramos Rejano, José García Ramos, Carlos Cañal, Virgilio Mattoni y otros artistas y académicos y resaltó la figura de Federico Amores Ayala, Conde de Urbina.
Seguimos a Graciani en su discurso al referirse al Conde de Urbina y la Plaza de España, cuando señaló claramente "cómo supo vislumbrar las posibilidades que, por encima de los intereses de la Exposición, esta ofrecía a la ciudad". En 1918, con apoyo de las Sociedades Obreras y Patronales, este dirigente consiguió del Estado que toda la edificación se dedicara a la Escuela de Artes. Nació así el Proyecto de Universidad Obrera y Plaza de España, que con variaciones corresponde al diseño definitivo del conjunto. El Edificio central albergaría aulas y dependencias complementarias, entre ellas, un teatro; las galerías, talleres de aprendizaje y los edificios de los extremos, los museos Artístico e Industrial. Una sola idea, un solo edificio. El saber hacer del arquitecto y la visión del político para un sólo milagro urbano: la Plaza de España de Sevilla.
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