La aldaba
Carlos Navarro Antolín
A Fitur con las colas para todo
La aldaba
Ahora que viene Fitur es de esperar que haya una atención especial a las colas para todo. Que la polémica no sea si la provincia y la capital participan por separado, sino si de verdad acudimos a la cita a explicar las verdades del barquero, nunca mejor dicho. España supera los 90 millones de viajeros internacionales a pesar de que tendrán que esperar para entrar en restaurantes, monumentos y otros atractivos. Definitivamente, hemos perdido el norte, hemos cambiado el concepto de confort, hemos rebajado el nivel de exigencia. En Sevilla hay colas hasta para montarse en una barquita y pasear por la ría de la Plaza de España. ¿Sevillanos? Ni están ni se les espera. Los sevillanos, como tantos vecinos de otras ciudades, se retiran a la mímima presión, retroceden en sus posiciones como un ejército pasivo y que no pelea. Su misión es aguantar hasta que se pueda. En Fitur no se cuentan verdades, se comercializa, que no es lo mismo. Tampoco hay muchos turistas a los que les interese la verdad. Los denominados operadores decidirán los destinos a los que tenemos que viajar. Y todos como borregos a hacerles caso. Sin rechistar. Como los que hacen cola en restaurantes que no son nada del otro mundo, pero la aplicación digital en la que influyen los dichosos operadores deciden los diez bares que hay que visitar a toda costa y las diez actividades que hay que realizar. Por lo demás se trata de convertir el viaje en un gran fotocol de su supuesto éxito personal, en difundir vídeos absurdos que resuman su periplo con música pegadiza y poco más. Ese es el turismo de masas de hoy. No hace mucho un viajero preguntaba a su compañera en el Patio de los Leones de la Alhambra: "Niña, ¿esto es el Generalife?" "Y yo qué sé". Qué más da, usted vote a Gundisalvo, como se decía en la célebre viñeta de Mingote. Qué más da, usted viaje y haga colas donde haga falta. Se trata de participar. Y contarlo.
¿Nunca han oído al tonto de la democratización del turismo? No demanda calidad, sino que la gente se mueva. No le interesa que el personal sepa los valores de un lugar, sino que hagan de su viaje una mera experiencia de consumo. Y no dicen nada cuando los gobernantes exaltan el "turismo de calidad", eufemismo para distinguir entre los ricos y los pobres, entre los que aunque hagan ruido "nos interesan" y los tiesos que "no nos interesan" en ningún caso. Toma del frasco. El alcalde de turno al bollo del turismo y el vecino del centro... al hoyo del sálvese el que pueda. De las colas del 92, las colas para comprar calentitos en la mañana del 15 de agosto o las colas de la calle Alcaicería para encargar el capirote, a estas colas que en tantos casos son absurdas. Y eso que estamos en la era de la inteligencia artificial. En Fitur no dirán nada. Los turistas tragan más que nosotros. Hay que admitirlo. Pronto nos hablarán de la necesidad de atraer el turismo... inteligente.
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