El finiquito de Juan

En San Telmo siempre se ha preferido que la Alcaldía de Sevilla tuviera un perfil bajo

11 de junio 2024 - 01:00

Con los resultados de las elecciones del domingo Juanma Moreno termina su consagración –sólo le faltaba por ganar unas europeas y completar la conquista de Sevilla y ya lo ha hecho– y Juan Espadas firma un finiquito que tenía encima de la mesa desde hace tiempo. Sólo es cuestión de unos meses que el PSOE de Pedro Sánchez, que bastantes quebraderos de cabeza acumula, dé por concluido el encargo que le encomendó al ex alcalde de Sevilla: cavar trincheras para iniciar en el momento oportuno la batalla por la vuelta a San Telmo. La experiencia se ha saldado con un fracaso monumental y las culpas, claro, se le echan al que le va en el sueldo poner la cara cuando hay que rompérsela a alguien.

¿Pero es Juan Espadas el responsable único y último de que el PSOE no sea hoy ni una sombra tenue de la maquinaria de poder que ganaba elección tras elección durante casi cuarenta años? Dirá usted que algo habrá tenido que ver. Y no le faltará razón. Sin embargo, son muchos los factores que han contribuido a esta debacle y no todos, ni tan siquiera la mayoría, hay que achacárselos al secretario general.

Echemos un poco la vista atrás. Juan Espadas fue alcalde de Sevilla contra pronóstico tras arrebatarle el sillón en 2015 a Juan Ignacio Zoido, que había gozado de la mayoría absoluta más amplia de la historia democrática de Sevilla. Sin abandonar sus modos suaves y el perfil discreto que lo caracterizan logró acuerdos que lo convierten en el alcalde más transversal que ha tenido Sevilla. Cumplió fielmente la premisa no escrita que dice que la Junta proyecta una sombra tan intensa que empequeñece la figura política del alcalde de Sevilla al que se le reclama desde San Telmo, cuando coinciden las siglas, que no arme demasiado ruido. Fue así en la época de Chaves y Juanma Moreno aprendió bien la lección, como se ve ahora con José Luis Sanz.

Cuando parecía que Espadas lo tenía todo para garantizarse un segundo mandato al frente del Ayuntamiento dio la espantada por razones que él nunca ha explicado bien o que el arriba firmante nunca ha sido capaz de comprender. Lo cierto es que se marchó para gestionar un PSOE derrotado en las elecciones de 2018, desgarrado por peleas internas, carente de liderazgo y proyecto y condenado a una larga travesía del desierto tras haber dilapidado en poco tiempo el capital acumulado en cuatro décadas.

A partir de ahí, todo fue de mal en peor. Ni él supo hacerse con los mandos de una organización sumida en el caos ni nadie, dentro de su partido, se lo puso fácil. Por si todo lo demás no bastara tampoco la política de Pedro Sánchez en Madrid, del primer gobierno Frankenstein a la amnistía, le ha supuesto otra cosa que malos ratos y problemas. En Ferraz están ya buscándole el próximo acomodo. Todavía le queda el último tramo del desierto por atravesar. Cuando lo haga quizás explique una de las trayectorias políticas más extrañas de las muchas raras que se han visto en Andalucía.

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