La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
En la alteración de todos los códigos de conducta que sufrimos en la política y con el lenguaje hiperbólico que lo trufa todo, resulta hasta espontáneo que sus señorías se manden a la mierda en el Hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo. Oímos los verdaderos deseos de Yolanda Díaz sobre el destino deseado para la oposición. En su día escuchamos el "hasta los huevos" de Federico Trillo, presidente del Congreso. O el "coñazo del desfile" que se le escapó a Rajoy antes de un 12 de octubre. Labordeta no se tapó y mandó a la mierda a sus adversarios políticos desde la misma tribuna en aquellas legislaturas de principios de siglo. Alto y claro. España en la mochila y la verdad por delante sea blanca... o marrón. Claro que aquellos eran otros tiempos, sin redes sociales y sin activistas disfrazados de periodistas... Todo ha cambiado tanto que un jefe del Gobierno se toma cinco días para reflexionar si sigue o no en el cargo. Antes se decía que todo era teatro, ahora directamente vemos que todo es mentira. No quieren humanizar la política, sino su manipulación en interés propio a base de jugar con la emoción del público, de una sociedad cada vez menos reflexiva y más propensa al mensaje corto, sensiblero y que no requiera análisis. De esta forma operan las verdades cortas que no demandan digestión. El presidente está enamorado y sufre. La amnistía sirve para pasar página y mirar al futuro. Caminemos hacia el reencuentro con el pueblo catalán en una España plural. Y tratan de colarnos estas conclusiones como el adulto fuerza al niño a que abra la boca para meterle la tortillita en pequeñas porciones.
El envío a la mierda de la vicepresidenta es un soplo de verdad en un contexto de sobreactuación, sobre todo si procede de la reina de la frivolidad, baluarte de la fatuidad, neocomunista perfumada y de sonrisa esculpida para maquillar una marca electoral en caída libre. Hemos llegado a tal extremo que por fin hemos oído una verdad directa, en bruto, sin retoques, sin representaciones estudiadas como esas absurdas y narcisistas declaraciones institucionales del presidente. En Andalucía tuvimos a un portavoz de Vox que mandó "a la porra" a la presidenta del Parlamento. Tal vez sea una versión más fina, menos agresiva. Hay debate. Oímos con frecuencia que en las Cortes se habla cada día más como en los bares. Cabe preguntarse a qué clase de tabernas acuden ciertos analistas. En ninguno he oído mandar a la mierda a nadie. Seamos buenistas. La vicepresidenta deseó suerte a sus adversarios. Mierda, mucha mierda. Así se dice antes de una representación... en el teatro.
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