En la fiesta de Trump

22 de enero 2025 - 03:08

En la fiesta de investidura de Donald Trump como nuevo (y viejo) presidente de los Estados Unidos, no sabemos si, como en la canción de Fórmula V que sonaba en el comediscos de nuestra niñez, “todos iban con una copa de más”, pero sí desde luego que estaban muy contentos. Los Milei, Meloni, Abascal y demás fauna libertaria que asistieron al evento, tan americano en su retórica festiva un poco naif, tan populista en sus proclamas desfasadas como rescatadas del tiempo, de alguna manera ven cómo esa nueva forma posmoderna de hacer política, tan pegada a los nuevos usos sociales que imponen los gigantes tecnológicos que controlan las redes sociales, va cogiendo el sitio que hasta poco a poco van cediendo las democracias liberales.

Por encima de lo que cada uno podemos pensar del flamante presidente norteamericano, la realidad que muchos no quieren ver es que si Trump ha ganado con solvencia las elecciones presidenciales no es precisamente por el ejecutivo rutilante de Manhattan, sino más bien por el voto del obrero de Detroit, del latino del Bronx o del negro del Harlem. En una sociedad falta de referentes donde la mayoría del electorado sólo se informa (es un decir) por los mensajes adulterados que les llega por su teléfono móvil, lo que queda de la socialdemocracia clásica y buena parte del conservadurismo más conciliador se han dejado llevar por la corriente del pensamiento woke y un discurso buenista muy alejado de las verdaderas necesidades del ciudadano de a pie. La victoria rotunda de Trump, así vista, representa un nuevo paradigma en las relaciones internacionales donde la reafirmación de la nación como sujeto de poder (el America First…) y ese nuevo expansionismo como objetivo inmediato contrastan con aquellos valores olvidados del New Deal que marcaron la época de progreso tras la Segunda Guerra Mundial, y muy alejada desde luego de los cacareados objetivos de la Agenda 2030 y el desarrollo sostenible.

Una situación celebrada por muchos pero que a algunos nos interpela como ciudadanos europeos. Porque, con Trump al mando de los Estados Unidos, Putin ensoberbecido anexándose terrenos sin tregua, el Oriente Medio ardiendo en sus disputas sin fin y China dominando cada vez más la economía mundial, no se sabe muy bien cuál será el papel a jugar por esta Europa decadente y burócrata que cada vez pinta menos en la nueva geopolítica global. La misma que, naturalmente, ni estaba ni se le esperaba en la fiesta de Trump.

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