Tomás García

El ficus del Altozano

14 de septiembre 2024 - 03:07

El Altozano consta documentalmente con esta denominación desde 1533 como un lugar elevado junto al Castillo de San Jorge, en la zona de conexión del puente de barcas con el arrabal de Triana. Mantuvo una cruz en su centro hasta finales del siglo dieciocho, siendo sustituida por una pirámide cercada con rejas y ésta por una fuente a finales del s. XIX. Décadas más tarde, Aníbal González traza la capillita del Carmen, uno de los símbolos imperecederos del barrio. El Altozano mostró siempre un alegre carácter de mercadillo con tenderetes donde se vendían objetos de todo tipo y alimentos, rodeado por concurridas tabernas y saraos que eran lugares de reunión de toreros y artistas de diversa índole.

Los ficus más antiguos de Sevilla fueron importados a comienzos del s. XX, como es el caso del antaño majestuoso y hoy tristemente desaparecido Ficus macrocarpa que ennobleció desde 1913 el atrio-jardín de la iglesia conventual de San Jacinto, o bien los cinco ejemplares de la misma especie plantados en dicha época en los Jardines de Murillo. Entre los que fueron sembrados con posterioridad, destaca por su prestancia el Ficus elastica o árbol del caucho (oriundo de India e Indonesia) que se yergue desde 1972 en la Plaza del Altozano, cerca de seis espléndidos dragos y las artísticas figuras del trianero adoptivo Juan Belmonte y una cantaora gitana. Haciendo un símil con el malogrado de San Jacinto, podríamos decir que el ficus del Altozano preside el “atrio” secular de acceso a la mítica Triana. Un admirable ejemplar que se alza hasta una altura de veintisiete metros, con un diámetro de copa de treinta y un perímetro de tronco cercano a los seis; que confiere sombra, verdor y hermosura a la ancestral plaza; que nos ofrece, cuando nos cobijamos bajo sus acogedoras ramas, unas maravillosas vistas del Gran Río que besa la emblemática calle Betis y el romántico Paseo de Nuestra Señora de la O. El árbol se extiende en dos niveles: uno superior, frente a la capillita del Carmen y junto al puente; otro inferior, en la zona baja de la plaza y hacia la entrada de la calle Betis. Su posición principal en las fiestas de la Velá de Santa Ana conlleva aspectos positivos y también negativos, al haber sido agredido en diferentes ocasiones por los vándalos de turno e, incluso, haber soportado bajo su “techo” una cocina que quemó algunas ramas y hojas basales.

El elegante ficus del Altozano –al igual que los magníficos laureles de Indias (Ficus microcarpa) de las plazuelas de Chapina y de Santa Ana– constituye un símbolo viviente que ha recogido el testigo del carismático ficus de San Jacinto, rellenando el vacío que nos ha dejado su dolorosa pérdida. Un árbol en plenitud que nos seguirá dando ejemplo cada día con sus inmarcesibles ansias de vida, con su apego a la naturaleza en las condiciones precarias que a veces le imponemos. Triana no sería lo mismo sin estos monumentos naturales, que necesitan ser cuidados para que podamos convivir con ellos

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