Tomás García

El ficus de San Jacinto languidece

El ficus ha malgastado muchas reservas en la titánica batalla que ha mantenido por sobrevivir

03 de febrero 2024 - 01:00

El otrora majestuoso ficus o higuera australiana de Bahía Moretón (Ficus platyphylla) que enaltece el atrio-jardín de la iglesia trianera de San Jacinto, perteneciente al antiguo convento de la Orden de Predicadores, se halla en un estado alarmante con evidente pérdida de vitalidad. Oriundo de Australia y Nueva Gales del Sur, el árbol más carismático de Triana fue plantado al conformarse en 1913 el espacio público frente a la fachada principal del templo, siendo llevado hasta el lugar por monjes dominicos provenientes de Puerto Rico. La calle Pagés del Corro no existía entonces como tal, al encontrarse en la zona un canal cenagoso que se atravesaba con dificultad y cerca del cual se hallaba la cruz de humilladero que posteriormente sería retrasada y colocada junto al ficus, bajo cuyo amparo elevaron plegarias los viajeros que salían o entraban en la ciudad ante los peligros que acechaban.

El magnífico árbol fue sometido en el verano de 2022 a una poda salvaje, previa a la pretendida tala, la cual generó un movimiento ciudadano para intentar su salvación. Se detuvo el proceso ejecutor por orden judicial, pero la sufrida planta quedaría en unas condiciones preocupantes y ofreciendo dudas sobre su futura viabilidad. Luchando por su supervivencia, desarrollaría esperanzadores brotes verdes desde el siguiente otoño, y durante un año ilusionó a todos con su gran resistencia ante las adversidades y la inconsciencia humana. Es indudable que el ficus ha malgastado muchas reservas en la titánica batalla que ha mantenido por sobrevivir y, desde algún tiempo acá, muestra signos de decaimiento que nada bueno presagian. Se ha hablado de un posible envenenamiento por parte de algún desaprensivo, pero los técnicos han realizado pruebas analíticas y no han encontrado rastro alguno de intoxicación. Descartada la infundada hipótesis conspiradora, la explicación más plausible es que el vetusto árbol palidece tras el hercúleo esfuerzo que le supuso reponerse del atentado, con brotaciones explosivas que le mermaron mucha energía vital, y ahora se desprende de elementos poco productivos que no puede mantener. Como si aligerara la pesada carga para poder continuar dignamente su camino...

Esta mágica obra de arte natural, que sería incluida tras la poda en el Catálogo de Árboles Singulares de Sevilla, se aferra a su propia naturaleza ante las agresiones de un entorno hostil y se ha convertido en un símbolo supremo de resiliencia. Es un ser vivo que nos ha ofrecido todo a cambio de casi nada: su sombra, su belleza, su oxígeno, su vida... Sigue necesitando nuestros cuidados, nuestro cariño, y hemos de luchar junto a él hasta el último hálito esperando que reverdezca en su pasado esplendor y nos ayude a seguir confiando en el género humano.

“Acaso sólo somos árboles que Dios sueña,/ bosque confuso y triste que un largo viento hiere,/ y un hacha silenciosa va tornándonos leña/ mientras en nuestras ramas un fugaz verde muere” (El Árbol, Leopoldo de Luis).

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