La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
Somos miembros de pleno derecho de una sociedad rica en hijos de puta. No sé en qué se ha fallado para que la cosecha de malandrines sea tan abundante. Las ganas de hacer daño por el mero hecho de hacer daño se multiplican a diario y raro es el día en que no nos desayunamos con una putada más. Esto que me lleva a ponerme de malísima leche le pasó a un amigo mío antier noche cuando circulaba por la SE-30. A la altura de Amate y desde un paso elevado que cruza la autovía, una cuadrilla de malnacidos se dedicaban a arrojar objetos a los parabrisas de los automóviles. Uno de estos vehículos era el de mi amigo, que no sufrió un infarto de milagro cuando sintió cómo el parabrisas estallaba y saltaba hecho añicos. Había sido un naranjazo de lleno, lo que a alta velocidad se convirtió en un bombazo. Pudo ser peor, pero lo malo es qué cosecha de cabrones tan feraz.
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