Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
He puesto el Belén. Me ha costado. La parte procastinadora de la mente me decía unas cosas sobre mi edad que la otra le ha rebatido. Pero, hemos ganado. Y digo hemos, porque han ganado las dos partes: la mente buena, y el sentimiento que ebullía del corazón que mis hijos hacen latir. Así que mamá guerrera ha bajado a luchar al trastero donde es inevitable sumergirse en un montón de cosas que no sé porqué sigo guardando. Los trasteros son el museo de nuestras memorias. Aún veo, en esas cajas transparentes de los chinos, los libros del cole de mis hijos que ya están para tener los suyos propios. Pero tengo la certeza de que cuando yo ya no esté tendrán que bajar aquí a hacer limpieza y se encontrarán, no con su madre, pero sí con la madre que les guardó el aroma de sus primeros cuadernos, y picassianos dibujos del cole. Los trastos de buceo me ocupan mucho espacio. No digamos el estore roto. Y los porsi: por si me hacen faltan perchas, por si necesito bombillas… Aquí están cosas sin mucho sentido junto al árbol de Navidad, todos sus adornos y el Belén. Todo ordenado en esas fabulosas cajas transparentes de los chinos que, aun cuando se les rompen los cierres azules y se agrietan las tapas, me permiten ver la jubilación de objetos que tanta practicidad me aportaron en algún momento. Pero mi Belén, como tiene el alma de mi madre, me necesita. De él, tan solo me queda la Virgen, San José, el niño Jesús, un mini gallinero con gallina y los Reyes Magos. Sus majestades, por algún ignoto motivo, están enteritos. A San José le falta la mano con la que se sostenía él o el cayado. Con los años he ido deleitándome en multitud de mercadillos de navidad de diferentes ciudades y países lo que, a mi Belén, le aporta tanta multiculturalidad como incongruencia. La igualdad es absoluta: igual me da que esa pastora negra esté con la lavandera blanca a su lado, como un tío echándose la siesta con ropa del siglo veinte, observado por una cantarera jerosolimitana. A la castañera le he puesto la mesa jamonera porque ha desparecido su cachela. Si un agricultor viera mi huerto donde los pimientos salen de caballones de tierra junto a las naranjas , me denunciaría por atentar contra el intrínseco valor hortofrutícola. Este año nada de nieve: todo, falsa arena del chino que fideliza mejor la zona de origen y algo de musgo seco que he puesto cerca del laguito donde una mujer lava ropa, y su hijo, sentado en un carrito, es tirado por una cabrita. En los juzgados están los auténticos documentos, en los trasteros el anzuelo que repesca nuestras emociones.
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