Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Sea hoy o unos días más adelante, ni siquiera la desesperada acción de Carles Puigdemont parará la elección de Salvador Illa como presidente de la Generalitat catalana a cambio de un pacto aparentemente sin la mayoría suficiente para ejecutarlo, que va incluso antes de que se trate, efectivamente, de una mutación constitucional que altera el modelo territorial previsto en la Carta Magna.
Desde hace algo más de un año, Pedro Sánchez está embarcado en una huida hacia adelante sin más rumbo que permanecer en el Gobierno, que no gobernar. No importan los principios. Ni las cesiones. Sólo importa el tiempo, aunque el resultado, al menos demoscópico y electoral, sea una agonía sin sentido que a quien más daña es al PSOE: ya no defiende ni la igualdad, ni solidaridad: renuncia a las bases del pensamiento socialdemócrata. Eso es lo único que da este pacto entre PSOE-PSC y ERC: tiempo. Cuánto está por ver, sobre todo para el Gobierno del Reino de España. Al menos los republicanos catalanes evitan una repetición electoral en la que se arriesgaban a perder aún más representación.
En su último movimiento de trilero, Sánchez aseguró que el acuerdo es bueno porque, afirmó, supone un paso hacia el federalismo. El engaño es burdo porque lo que en realidad propone es un confederalismo incompatible con el artículo 2: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”. Incluso es un ataque frontal a la disposición adicional primera que ampara y respeta los derechos forales. ¿Federalismo? Que lo haya implicaría eliminar esos fueros. ¿Cómo no se da cuenta el PNV?
Lleva a Illa a la Generalitat para evitar el fracaso absoluto de toda su política respecto a Cataluña, el único territorio donde el votante responde a Sánchez. Como todo, eso tiene su reverso: la debilidad creciente del PSOE en el resto de autonomías. Singularmente en Andalucía, ejemplo de derroche de capital político: la falsa ambigüedad del PSOE-A disfraza su sumisión y las nulas dotes de visión política de su dirección, incapaz de ver su deslegitimación como alternativa.
Sánchez gana algo de tiempo: el que le dé Junts o el PNV, o incluso algunos de sus socios a la izquierda. Quizás luego intentará otro número de escapismo sustentado de nuevo en el enfrentamiento, pero su legislatura inviable se agota.
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