La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Con el inicio de curso nos llega el eco lastimero de los falsos profetas que con avaricia hacen mercadería del pueblo con palabras fingidas. La condenación democrática no les asusta. La perdición parece descansar en el engaño. Vienen vestidos de ovejas, mas dentro son lobos rapaces que no perdonan al rebaño. Manipulan las instituciones, tuercen la ley, destruyen nuestros cimientos.
Maduro, telepredicador de la pobreza apostolado por Zapatero, nos proclama que el Mesías llegará antes de tiempo. Está tan seguro, que adelanta la Navidad a conveniencia para repartir prebendas entre los suyos y asegurarse el apoyo de los necesitados en el monte de miseria y malaventuranzas en que ha convertido a Venezuela. Esa es su triste e impostada pascua.
Pedro Sánchez ha optado por adelantar la Semana Santa en otra particular pascua que nos quiere hacer a todos. La pasión y muerte del estado autonómico constitucional que agoniza entre privilegios y agravios comparativos. El llamamiento a un nuevo estado federal que nadie ha planteado hasta ahora. Lo anunció el otro día por lo bajini y en lenguaje actualizado, pero se le entendió. Lo dijo con la humildad de quien no ve un falcón en su propio ojo, pero descubre la pelusa en el ajeno.
Primero nos contó que es más fácil que un Lambo entre por el ojo de una aguja a que un rico entre en su reino de progresismo y conciliación. Un reino en el que muchos son los llamados, pero pocos los escogidos, como bien sabe Cataluña. Un reino en el que no sólo cabe el perdón de quien no lo pide sino el arrepentimiento de lo ya juzgado. Un reino donde los jueces son condenados y cuya justicia no es de este mundo ni de ningún otro porque la dicta el culpable y la administra su adepto. Un reino en el que sus apóstoles aprenden un salmo diario que repiten con fe ciega y en el que predican el evangelio desde los puestos representativos del Estado asignados a dedo una vez probada la limpieza de sangre y lealtad.
Cuando su discípulo más amado dijo aquello de que se condenarán quienes tengan dinero en el banco para vivir cien vidas, enseguida me di por aludida. No porque tenga un cochazo ni sea rica ni lo pretenda sino porque a los de en medio siempre nos toca sufrir y se nos culpa de todo en este valle de lágrimas del rancio progresismo.
Dicen que la traición le acecha. Que hay algún Judas en sus filas dispuesto a abrir el proceloso mar en dos. Dicen que el demonio de Waterloo le hará ir a rezar al monte de los olivos. Todos, ciegos de fe, esperamos un milagro.
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