Las ‘fakes’ de Pisarello

02 de julio 2024 - 03:08

Vaya por delante, a modo de escuadra de gastadores o majorettes, el poco aprecio político que me merece la figura de Gerardo Pisarello. Que un hombre que arrancó con desprecio la bandera constitucional de España del balcón del Ayuntamiento de Barcelona sea hoy secretario primero del Congreso de los Diputados es una prueba más del bajo nivel moral e intelectual de nuestro Parlamento, convertido en el perrito faldero de Sánchez y sus ansias de poder. El constitucionalista tucumano representa a la perfección ese tipo de nuevo político petimetre que rebosa soberbia por el hecho de haberse leído un puñado de libros (no de Historia de España, desde luego) y cree firmemente en las tesis supremacistas de Ignacio Sánchez-Cuenca (ya saben, aquello de la “superioridad moral de la izquierda” y bla, bla, bla).

La debilidad intelectual de Pisarello la demostró la semana pasada durante su delirante intervención ante la Comisión de Cultura del Congreso para defender la eliminación del Premio Nacional de Tauromaquia. Y no criticamos el discurso por su contenido antitaurino, una actitud tan respetable como la contraria, sino por la cantidad de mentiras históricas que contenía. El primero fue el asesinato de don Miguel de Unamuno por parte del franquismo. Pisarello se abonó así a una teoría fake, conspiranoica y negacionista que atribuye la muerte del autor de La tía Tula a la mano negra de agentes franquistas, cuando todo el mundo sabe que murió de forma natural en su domicilio, probablemente del dolor de España que le infringían los “Hunos y los Hotros”.

La otra gran mentira o error de Pisarello fue colocar a Carlos III bajo los influjos de la Revolución Francesa, algo difícilmente comprensible si tenemos en cuenta que el monarca no llegó a conocer este acontecimiento capital en la historia de la humanidad.

Pero la manipulación más sibilina fue cuando vinculó la fiesta de los toros al franquismo, como si la Fiesta no fuese muy anterior a la dictadura (su molde actual se remonta al siglo XVIII) o no hubiese contado históricamente con partidarios de izquierda. Precisamente, otro constitucionalista no sospechoso de franquista o ultraderechista le tuvo que recordar la devoción taurina de comunistas como Pepe Bergamín o Alberti, también la de confesos republicanos como García Lorca o Max Aub. La ecuación “tauromaquia es igual a franquismo” es un claro ejemplo de manipulación histórica. Una auténtica máquina del fango, en lenguaje sanchista.

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