En tránsito

Eduardo / Jordá

E n extrañas circunstancias

16 de octubre 2013 - 01:00

CADA vez que muere de forma inesperada un personaje famoso, o incluso alguien que no lo sea en absoluto, las informaciones que circulan parecen centrarse en los aspectos más morbosos que pudiera tener esa muerte, como si ya fuera imposible que alguien se muriera por causas completamente naturales y sin que interviniese algún elemento sospechoso o alguna conducta extraña. O dicho de otro modo, como si ese muerto no fuera del todo inocente, ya que de una forma u otra había estado haciendo cosas anómalas o desacostumbradas que de algún modo habían determinado su triste final.

Hace años, la prensa sensacionalista etiquetaba algunas de estas muertes con la terrible frase "Muerto en extrañas circunstancias", pero esa etiqueta se reservaba a los casos que planteaban incógnitas difíciles de resolver, o cuando era razonable pensar que esa muerte no se había producido de forma natural. El problema es que hoy en día no hay muerte inesperada que no se convierta de inmediato en una "muerte en extrañas circunstancias", ya que vivimos instalados en la cultura de la sospecha y del voyeurismo, así que la insinuación de que la persona muerta estaba haciendo algo raro o improcedente se extiende de inmediato sobre esta persona, y aunque a su debido tiempo los análisis forenses desmientan cualquier clase de "extraña circunstancia", la sospecha ya se ha quedado para siempre instalada ahí.

Y eso mismo ocurrió la semana pasada, cuando la ex piloto de carreras María de Villota apareció muerta en un hotel. Las primeras informaciones que circularon, con la excusa de aclarar las causas de la muerte, se centraban en los aspectos que pudieran resultar más comprometedores. ¿Con quién estaba? ¿Qué hacía en el hotel? ¿A qué hora fue? ¿Había signos de violencia? ¿Podría haber sido un suicidio? ¿Había consumido algo? Todas las informaciones giraban alrededor de estas posibilidades, hasta que se supo -y por suerte fue al poco tiempo- que María de Villota había muerto de un ataque al corazón. Pero antes de que se supiera eso, esa mujer había sido una "muerta en extrañas circunstancias", algo que sin duda llenó de dolor y de rabia a sus familiares y amigos. ¿Es que los muertos no tienen derecho a morir sin que nadie sospeche de ellos? ¿Y por qué hay que lanzar todas esas hipótesis morbosas que ensucian el recuerdo de la persona muerta? ¿Tanto poder tiene la sospecha entre nosotros? ¿Y es normal una sociedad así? Me lo pregunto, sólo me lo pregunto.

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