Nosotros nos extrañamos, Pedro

Quien más ha roto con usos y criterios establecidos es quien alude ahora a la costumbre para poner el foco en un juez

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Queda algo de ternura en la política

Pedro Sánchez, durante el acto de cierre de campaña.
Pedro Sánchez, durante el acto de cierre de campaña. / Borja Sánchez-Trillo, Efe

08 de junio 2024 - 04:00

Tiene gracia que el presidente del Gobierno aluda a la costumbre para censurar que un juez de instrucción firme la citación judicial de Begoña Gómez a tan sólo cinco días de las elecciones europeas. “Resulta extraño”, dice Pedro, rebautizado como el puto amo por su corcel más correoso, colocado en esta legislatura en el lugar preferente del tiro de la cuadriga monclovita. Tiene gracia la afirmación de Sánchez porque es él quien ha dinamitado usos, ritos, costumbres y liturgias que hasta su llegada eran respetadas por diferentes jefes del Ejecutivo. Una de las características del sanchismo es sacar continuamente conejos de la chistera y sorprender con la ruptura de los criterios establecidos. Se sorprende Pedro de la decisión del juez. Nosotros nos extrañamos de su descaro cuando aludió a la Fiscalía: “¿De quién depende, eh? ¿De quién depende?” Desde Suárez a Rajoy ningún presidente del Gobierno había desnudado de esa forma la cúspide de la pirámide del Ministerio Público. Nosotros nos extrañamos de que una ministra de Justicia pasara del banco azul a ejercer de fiscal general del Estado. Nosotros nos extrañamos de que un ministro de Justicia pasara a magistrado del Tribunal Constitucional a propuesta del Gobierno del que había formado parte hacía solo unos meses.

Nosotros nos extrañamos, Pedro, de que la posición del grupo socialista en la sesión de investidura de Alberto Núñez Feijóo fuera defendida por un banderillero, luego premiado con un ministerio en un caso más de la degradación de la vida pública española. La costumbre era que el líder del grupo es quien toma la palabra y replica al que pretende ser investido. Nosotros nos extrañamos de la parada de cinco días para reflexionar, cuentitis tan aguda como irresponsable; de las maniobras cuando menos exentas de prudencia de la esposa del presidente, y de las risotadas en la tribuna del congreso cuando su rival directo afirmó que no es presidente porque no quiso. Se podía y se debía responder de otra forma, con argumentos, con seriedad y, por supuesto, con acidez o ironía, pero no como el alumno bochinchero que se sienta en la última fila del autobús el día de la excursión. Nosotros nos extrañamos de la visita al jefe del Estado para comunicarle que seguía en el cargo, de que el Rey acudiera acompañado por un secretario de Estado a la investidura del presidente de Argentina, o de que fuera Marruecos quien informara de nuestro volantazo diplomático. ¡Ha roto tantas costumbres! Al menos ha reactivado el género epistolar. Seamos positivos. Felipe tenía su bodeguilla. Y Pedro su escritorio. Zapatero era tan avieso como aburrido.

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