La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Más allá de la voz de la Laura Gallego
DEMASIADOS análisis previos del derbi le pusieron el foco a los 11 puntazos de ventaja que el Betis tenía, y tiene, sobre el Sevilla. Y en mi caso, preferí poner mi foco en la trayectoria de uno y otro desde que Quique lleva las riendas de los nervionenses: desde aquel 0-3 en Granada, ambos equipos han descrito una trayectoria casi idéntica. Incluso ligeramente superior en promedio de puntos por parte de los de rojo. Y el partido, efectivamente, definió a dos formaciones muy igualadas, dentro de un partido, el derbi, que ya de por sí suele abrirlo todo por el protagonismo de la víscera.
El Sevilla empezó más valiente de lo que muchos dibujaron en ese derbi previo que se encapsula en las mentes, se asentó mejor y hasta le puso sordina a la ardiente grada verdiblanca quitándole la pelota a Isco. Pero la lesión de Isaac Romero le cambió el paso. Del fútbol punzante del gladiador lebrijano, que tiene pinta de romano de paso de misterio, al témpano de hielo que es Lukébakio. El grosero fallo del belga en boca de gol terminó de hacerle perder el camino hacia Rui Silva a su equipo, que fue perdiendo metros hasta que el penalti terminó de voltear el partido.
Lukébakio se giró con el brazo recogido, no se hizo grande con él y si se despegó del cuerpo, fue por el propio pelotazo de Fornals. Atendiendo al criterio actual de los árbitros, el VAR debió corregir a Sánchez Martínez, pero Ortiz Arias no lo hizo. Quizás esa inacción tuviera algo que ver en que luego sí invitara al colega murciano a revisar el manotazo de Badé a Isco. Otra jugada dentro de la moda de los jugadores de irse al suelo y exagerar en cuanto sienten una mano en la cara para que el VAR revise.
Aleluya, no hubo expulsados, pero el mismo infortunio que tuvo el Sevilla con Isaac, lo tuvo el Betis con Bakambu. O peor aún, ya que el congoleño iba a por el 2-0.
Era mucho más lógico el empate de lo que reflejaba la tabla y así sucedió. Y supo mejor a los de rojo. Para variar.
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