Europa no es una patria

20 de marzo 2025 - 03:07

Si Europa es una patria, como ahora defienden algunos, cualquier cosa puede serlo: la barra del Espigón, las huertas de la Cartuja, los artículos de Camba... Cualquier cosa que sintamos como propia. La mar fue patria para el pirata de Espronceda y el Teatro Central lo sigue siendo para su histórico director, Manuel Llanes, como ha declarado alguna vez. La patria siempre ha tenido poco prestigio para la izquierda, quizás por sus fantasías internacionalistas. Incluso la llamaban “el último refugio de los canallas”. A los únicos que se les permitía tener patria era a los nacionalistas vascos y catalanes. Ellos podían ser marxistas y patriotas, sobre todo a la hora de apretar el gatillo o volar las instituciones con unas urnas de juguete. El resto no podíamos tener patria y nos teníamos que joder. Como mucho, se nos permitía tener Estado, siempre que sea plural y diverso. El otro día, un escritor de éxito de Jaén presumía de no usar nunca en sus libros la palabra “España” ni “español”. Y un conocido antropólogo se ha quejado alguna vez de que los medios usemos esa palabreja en vez de sus múltiples eufemismos. Es muy simple, lo que no se nombra no existe. Sin embargo, a las gentes normales, las que van a sus aburridos trabajos en autobús, esas cosas no les preocupan. Sienten la patria (española) como propia, se emocionan con el lolololo cuando la Selección juega y no se creen lo de la paternidad de Blas Infante. La patria para ellos es algo entrañable y primario. Tampoco le dan mucha importancia a la cosa.

Ahora, sin embargo, un sector de la progresía patria busca una patria. Les ha entrado el ardor guerrero contra Putin y saben que nadie va al frente a morir por una oficina de transformación digital o una agenda de economía verde. Necesitan la vieja mística patriota, la misma que llenó de cementerios el Viejo Continente en aquella gran guerra que duró de 1914 a 1945 (la española incluida, claro). Pero Europa no es una patria. Europa, en todo caso, podría ser algo más antiguo: un imperio, como lo fue bajo Roma o, de forma incompleta e ineficaz, durante la Edad Media y la Modernidad. Solo un imperio puede unir y darle sentido a tal variedad de paisajes, culturas, lenguas, etnias, tradiciones y naciones. Pero la palabra tiene demasiado sabor para los delicados paladares del mundo contemporáneo. Es puro ajo. Mejor lo de patria. Quizás después de mucho repetirlo “Europa es nuestra patria, Europa es nuestra patria...” se convierta en verdad. En ese caso, habría que cambiar de bandera. No es cuestión baladí. Toda patria requiere una bandera y la de Europa es una vulgar copia de la norteamericana debido a nuestros complejos. Habría que buscar algo mejor en el enorme baúl de la cacharrería histórica de Europa: la flor de los Borbones, el león de los Habsburgo y Lorena, las águilas de Austria, las columnas de España, las llaves de Pedro... Una patria, una bandera y todo arreglado.

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