La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
Resulta que tenemos que invertir 500.000 euros del ala en alternativas de ocio para que los jóvenes de Sevilla no se vayan de botellona a pillar la cogorza. El Ayuntamiento prepara una oferta que naturalmente recoge toda la terminología pretenciosa, hueca, equívoca y acorde con el buenismo imperante. En el texto aparece mucha perspectiva de género y mucha transversalidad, por supuesto.
Todo sea por reducir el consumo de lotes de ginebra, ron y whisky en la vía pública. Tenemos la generación más preparada (tururú, borriquito como tú), nos sobran universidades, la sociedad del bienestar ha generado oportunidades para todos, pero, ay, los jóvenes no saben hacer un buen uso del ocio. Y el Ayuntamiento prepara las siguientes actividades, una suerte de Imserso para veinteañeros: "Arte urbano, baile y coreografía, baloncesto 3x3, circo y malabares, dibujo de cómic y manga, disc jockey, escalada, fotografía con drones, fútbol sala, yincana, impresión 3D, juegos teatrales y monólogos, mantenimiento y customización de ciclos, maquillaje y caracterización, mindfulness, modelismo de miniaturas y escenografía, pádel, rap y batalla de gallos, robótica y battlebots, roleplay y juegos de mesa, skate y patines, vídeo y fotografía con smartphones".
Casi dan ganas de montar un centro de día, pero en horario nocturno. ¿Por qué tiene que asumir la Administración municipal el papel de educadora y monitora de ocio? Este gobierno no tiene obligación alguna de ofrecer servicios como si fuera un resort, con regalo de albornoz incluido. Bastante tiene con tener los colegios abiertos y limpios. Que se inviertan esos 500.000 euros en que no falte una biblioteca en cada centro de enseñanza, en el fomento de la lectura, en tener personal para abrir los colegios por las tardes, incluso en refrigeración si es posible. Gastar más de 80 millones de las antiguas pesetas en reducir el número de cubatas que ingiere el personal conduce a la frustración y supone tirar el dinero público, porque se trata de un problema de educación y, por lo tanto, nunca se resuelve ni a corto plazo ni a golpe de cheque. Pero a la clase política de toda España le chiflan las estupideces del ocio alternativo y el empleo de la jerga de los "espacios", "perspectivas" y "sostenibilidades".
La Administración no tiene la obligación de educar ni de organizar el tiempo libre de quienes lo tienen todo a su alcance. Absolutamente todo, o corremos el riesgo de aumentar el rebaño hasta el infinito. Luego viene el chocazo al tratar de ganar una oposición en condiciones adversas o buscar empleo en la privada. Pero eso al joven nadie se lo anuncia. El político, por supuesto, no se lo dirá nunca.
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