La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Leo un artículo redondo del redondo Sostres. Sostiene que Feijóo es un táper que aguarda, para recoger las sobras, a que Pedro Sánchez acabe. Es, dice, una actitud de otros tiempos, cuando “bastaba esperar el desgaste del contrario”. Pero ahora –se sulfura Salvador Sostres– vivimos al día y mañana no quedará nada.
¿No podría ser que un audaz Feijóo clarividente espere con el táper… para heredar al PSOE, y no sólo a Sánchez? Él, que ha presumido más de votar a Felipe González que a Manuel Fraga, aspiraría a ser el nuevo líder de la izquierda. Sería una estrategia extraordinaria. Hasta ahora el PP ha ido rescatando al PSOE de sus periódicos fiascos, pero imaginen que, de ésta, lo dejan hundirse solo. Tendríamos un nuevo bipartismo en el que el PP acogería a todos los votantes socialistas que el sanchismo está dejando huérfanos. Es política-ficción, pero sería magistral.
¿Acaso no está preparado el PP para recibirlos, con “un corazón asín de grande”, que diría Juanma Moreno? Ha hecho suyos todos los principios socialdemócratas del PSOE. La mayor subida de impuestos la hizo Montoro. Ha asumido el paquete ideológico y sus agendas. De la memoria histórica hasta las leyes trans pasando por el aborto, todo le ha terminado pareciendo de lujo. El táper del PP es inmenso. Con los nacionalistas, sabe hablar en la intimidad. Y en Europa votan con los socialistas ya el 90% de las medidas y gobiernan juntos.
En esa recolocación, Vox ocuparía el lugar de la derecha. No tendría que cambiar demasiadas cosas ni le partiría por el eje, como se dice. De hecho, sin tener que discutir el espacio con un PP que al fin habría salido del armario, Vox podría ser de derechas con mucha más holgura. En la extrema izquierda, podrían resituarse los socialistas recalcitrantes con el resto de Sumar y las capillas de Iglesias.
Hay quienes defienden que en política el eje derecha-izquierda ha dejado de ser prioritario y que ahora imperan otros, especialmente el globalismo-soberanismo y ciertas tensiones generacionales. Mi impresión, sin embargo, es que todos estos posicionamientos caben de sobra en el táper de Feijóo. El obstáculo no es ideológico, sino táctico. A la socialdemocracia le interesa mucho venderse a sí misma como ambas opciones supuestamente enfrentadas. Así cuando le falla una –siempre–, tiene la otra. El mayor servicio de Feijóo a la derecha sería postularse, con claridad, por la izquierda.
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