La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los calentitos son economía productiva en Sevilla
Iba a titular este artículo como "hay luz al final del túnel". Pero me di cuenta de que no está el precio de la electricidad como para usar su nombre en vano. Y lo de túnel podía parecer una referencia apenas velada al recorrido interruptus de la SE-40 (que digo yo que si hace años una empresa de ingeniería diseñó, y un ministro de Fomento aprobó y adjudicó, un túnel, o ese túnel es factible o esa empresa debería pagar daños y perjuicios y ese ministro ha dilapidado irresponsablemente dinero público y ya está tardando la fiscal general del Gobierno). Así que encabezo estas líneas con un "hay esperanza".
Es cierto que abres el periódico y lees sobre expropiaciones encubiertas en materia de limitación de precios de alquiler, homenajes a etarras, mesas con secesionistas, legislación que busca una universidad aún más ideologizada y mediocre (el objetivo es la pauperización intelectual, moral y económica del súbdito consumista y dependiente), profundización en el enfrentamiento, incremento del fenómeno de los llamados okupas a costa de propietarios que pagan impuestos y suministros y son gubernamentalmente preteridos en favor de delincuentes, etcétera. Pero sigue habiendo satisfacciones en la vida.
Tras la vuelta del verano reabrió sus puertas, tras no sé cuánto tiempo cerrado, el hotel Colón, del que obviamente no soy accionista, que ya saben no me apellido Escarrer. Esa apertura, aunque sorprenda a los fervientes antituristas, implica que vuelve a haber una parada de taxi en la puerta, los bares de los alrededores se llenan mucho más, hay más vida y más luz en la zona..., aunque algunos nos sintamos decepcionados porque no hemos podido volver a tomar un dry martini en su bar una vez más. Pero el bar del hotel Mercer suple con entusiasmo esta carencia, con una -supongo que debo decir- barwoman con una vida digna de ser biografiada pese a su juventud.
Es reconfortante el placer de charlar con cuatro o cinco amigos, disfrutar dos cócteles clásicos y recordar los mejores libros leídos últimamente. Ciñéndonos a obras de autores cercanos, alguno de los concurrentes, aficionado a pucheros y literatura, comentó el Recetario Sevillano. La visión de un inepto en la cocina, de Ricardo Arjona, publicado por la encomiable editorial sevillana Maratania, cuya supervivencia en el mundo actual es prueba incontrovertible del esfuerzo de Juan Pablo Navarro y de que los milagros existen. Otros nos decantamos por Mensaje sobre mi lápida: sin aliento, en que Joaquín Correa equilibra realidad y ficción, vida y obra, de la inverosímil Lucía Berlin, editado por Célebre. Hay quien comenta la quinta novela de Luis Felipe Campuzano, El Estuario de Gerión, sobre arqueología y delitos, Tartessos, Sanlúcar de Barrameda y la Atlántida.
Que aún se pueda hablar con tranquilidad y no de fútbol ni política, beber un buen dry martini y llegar tranquilamente a cenar a casa a una hora prudente demuestra que todavía hay resquicios de civilización. Que aún hay esperanza.
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