Cuando los españoles iban al infierno

Cuchillo sin filo

Ya puestos, Sánchez debería rescatar el Ministerio de Información y Turismo

19 de junio 2024 - 08:40

Ramón Balmes, periodista de La Vanguardia, me acompañaba todos los días a la cabina de radio del barco J.J. Sister para enviar al periódico mi crónica por fax en el Aula Navegante Guanahaní que cruzó en septiembre de 1988 el océano Atlántico con dos capitanes: el marino Matías Enseñat y el aventurero Miguel de la Quadra Salcedo. Mi amigo Ramón siempre se anunciaba de la misma guisa: aquí está La Vanguardia Obrera. Así se habrá sentido Pedro Sánchez, paladín de la vanguardia obrera y mediopensionista, cuando con su gauchismo de Barrio Sésamo haya sido entrevistado en el periódico que fundó el conde de Godó.

No deja de ser paradójico que utilice una de las cabeceras más reputadas de la prensa nacional e internacional para anunciar sus medidas contra los medios de comunicación. Precisamente él, el presidente que sólo se deja entrevistar por medios afines, que convoca comparecencias de prensa sin preguntas, que hace todo lo que le criticaba a sus adversarios e insinúa la censura previa. La suerte es que estamos en el siglo XXI y en Europa. Sin ese doble contexto cronológico y geopolítico, un tipo como Pedro Sánchez sería realmente un peligro para la democracia.

Ya puestos, Sánchez debería rescatar el Ministerio de Información y Turismo que creó Franco en 1951. Su primer titular fue Gabriel Arias-Salgado, prohombre del régimen. Estuvo once años. Dicen que la mala imagen de España por el contubernio de Múnich acabó con su carrera en julio de 1962, mes en el que dejó de ser ministro y murió de un infarto fulminante. La propaganda del sanchismo haría suya una de sus sentencias: “Toda la libertad para la verdad; ninguna libertad para el error”, aunque ciertamente pasó a los anales por unas declaraciones ante la prensa extranjera en las que se jactaba de las bondades de la censura cinematográfica: “Antes de que implantáramos estas nuevas normas de orientación el noventa por ciento de los españoles iban al infierno. Ahora, gracias a nosotros, sólo se condenan el 25 por ciento”.

Cuando nace Pedro Sánchez el ministro de Información y Turismo era otro Sánchez. Alfredo Sánchez Bella ocupará esta cartera después de haber sido embajador en República Dominicana, Colombia e Italia. Fue ministro entre 1969 y 1973, hizo más restrictiva la ley de Prensa e Imprenta que sacó adelante en 1966 su predecesor, Manuel Fraga Iribarne. Aquel Sánchez también estaba obsesionado con los periodistas… y con los turistas. Curioso tándem de aquella España copulativa: Información y Turismo, Educación y Descanso, Reflexión y Cierre. El presidente del Gobierno quiere salvarnos del infierno de la ultraderecha que nos amenaza por los Apeninos y los Pirineos. En esa cruzada no parará en cerrar cabeceras digitales o conocer las entrañas financieras de grupos que no le pasen los editoriales por el lomo o sigan investigando en su entorno más doméstico. El banquillero del Estudiantes (así lo califica un buen conocedor de su etapa de conato de jugador de baloncesto) se ha puesto en jarras con los medios y con los delanteros, vulgo los jueces. Para ello cuenta con el General Fiscal, perdón, con el Fiscal General del Estado, uno de los domésticos más serviciales de su entorno.

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