¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Maneras de vivir la Navidad
La Rayuela
No hace mucho tiempo, un suceso con arma de fuego en nuestras ciudades o pueblos, era un acontecimiento noticioso de primer orden. Palabras como pistola, escopeta y para qué decir del rifle, fusil o ametralladora, daban a la información una trascendencia enorme, en comparación con las reyertas y agresiones físicas o con arma blanca. Si la actualidad no iba muy cargada, a veces el aderezo de la pólvora era motivo para que aparecieran las teles nacionales por barrios que de normal están muy olvidados. Esto ya ha cambiado mucho. Empieza a ser raro el día en que no hay una noticia de sucesos con armas de fuego. Y nos estamos acostumbrando, como si nada.
El tráfico de droga y las mafias han traído las armas a nuestras vidas, de modo que ya no sorprende tanto que un joven le pegue un tiro a otro en la feria del pueblo. Y ni siquiera movemos una ceja al enterarnos de que no era, como se podría pensar, una trifulca de negocios sucios, sino que la cosa eran los celos. La víctima paseaba con la pareja (o ex pareja) del dueño de la pistola, que además la llevaba en el bolsillo cuando se los encontró. Lo más normal del mundo. Está claro que tener a mano un arma es una tentación añadida para quienes tienen poco autocontrol o atraviesan un mal momento. El clásico ejemplo es Estados Unidos, sobre todo en aquellas zonas donde las armas legales se dispensan con menos control.
Ese ejemplo del lejano oeste se nos hace cada día más familiar. Y las armas no están solo a la disposición de los malos, porque tenemos mucha escopeta legal, sobre todo en la España rural. La caza es un motivo para permitir la tenencia de armas en miles y miles de domicilios, sin saber muy bien si en la intimidad de esas casas el ambiente es pacífico o, por el contrario, también conviven el miedo, la tiranía o los malos tratos. Algunas de las últimas muertes de mujeres por violencia machista se han producido con armas de fuego legales, autorizadas con todos los parabienes por el jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de cada provincia, a quien, por supuesto, no le corresponde responsabilidad alguna por el mal uso que luego se haga de ellas. Pero sí es importante reflexionar sobre la necesidad de extremar los controles. Las políticas e inversiones específicas contra la violencia de género deberían ir acompañadas de una revisión a conciencia de las armas disponibles de forma legal en tantas casas. Sin llegar al punto de usarlas para matar, cuántas de ellas no servirán cada día para amedrentar.
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