La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
Una vez estuve en una reunión con Gaspar Zarrías, cuando me cruzaba con Agustín Barberá por las calles de Cádiz, nos saludábamos; Manuel Chaves vino a la Exposición de Camarón que organicé para la Diputación Provincial en 2002 y le conté los criterios que había acordado con Rafael Román, le había concedido –junto a Carmen Calvo– la Llave de Oro del Cante, que guardaban bajo siete llaves los mairenistas; a Magdalena Álvarez la conocía de Sevilla, pero poco; de Antonio Fernández me habían hablado bien algunos amigos, en Jerez se decía que todo pasaba por él, que era el que mandaba de verdad; al resto de los 21 acusados los conocía de los periódicos. Como a todos los interesados en la actualidad y preocupados por la corrupción, el asunto me preocupó sobremanera. Era como una segunda ola de corrupción, esto es, de robo de dinero público, en Andalucía. La corrupción era y sigue siendo una suerte de plaga repugnante. ¿Va realmente con nuestra naturaleza íntima? ¿Es verdad el dicho racista de la gallinita en medio de un llano… a ver quién se resiste… siendo gitano? Ahora hay una encendida polémica sobre el fallo del Tribunal Constitucional que “enmienda” el del Tribunal Supremo, que los condenó a los 21 en última instancia, en sentencia firme, quiero decir, que finalmente no lo era porque el Constitucional se ha convertido en última apelación, sentencia definitiva, pues. Todo esto se me figura como si a los ciudadanos corrientes y dolientes, como el que esto firma, nos llevaran a un quirófano, nos pusieran la higiene y la bata, gorra y mascarilla, más los guantes, y nos dieran un bisturí. Bajo la potente luz sin sombra de la mesa de operaciones, el abdomen del enfermo. ¿Qué sé yo si cumple sus funciones el Tribunal Constitucional enmendando la plana al Tribunal Supremo y, por lo tanto, anulando las penas impuestas a los 21 acusados por los ERE? ¿Saber qué es y cómo funciona el Tribunal Supremo no es suficiente? La Justicia ha sido convertida en un grave motivo de preocupación. Una sociedad libre descansa en una Justicia justa y, por supuesto, libre. Pero unos y otros llevan tiempo menoscabándola. Dividiendo a los jueces y magistrados, que la imparten, en sospechosos de su ideologización. Ya no hay jueces y magistrados de una Justicia independiente, hay progresistas y conservadores, fórmula que encubre cautelas de mucho cuidado. Porque sabiendo la adscripción se conoce el resultado final, la sentencia. Con sus votos particulares. Todo está en revisión, los delitos que presuntamente cometen los políticos son absueltos por otros políticos. En beneficio propio. La amnistía ha sido el non plus ultra. De preocupación máxima.
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