¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Capitanía y los “contenedores culturales”
El campo ruge. Preocupados estábamos por la falta de mano de obra juvenil en el sector agrícola cuando se cumplió el aserto de que todavía podemos ir a peor. Se quejan los pequeños empresarios andaluces de la entrada masiva de productos como la ciruela de Camboya en nuestros mercados, producidas sin los férreos controles ni los altos costes a los que obliga la legislación europea, incluido ese cuaderno digital donde al agricultor le falta apuntar las veces que acude al baño o si tiene invitados el domingo en la casa de campo. Para perder los papeles, nunca mejor dicho. El campo ruge con razón y con demandas razonables, pero puede perder apoyos si no maneja bien la intensidad de las protestas. Así empezó el taxi. Y al final convive con los Uber y Cabify. Las farmacias conviven con las parafarmacias. Las plazas de abasto se quejaban en los años noventa de la falta de apoyo de los ayuntamientos hasta que se dieron cuenta de que tenían que reconvertirse, abrir por las tardes o activar la entrega de la compra a domicilio. Es decir, reconvertirse y readaptarse para competir, pues ya dejaron de cumplir la función original: asegurar el abastecimiento de las grandes ciudades en época de escasez y sin supermercados ni mucho menos grandes almacenes. ¿Qué decir de los hoteles con la irrupción de otras modalidades de alojamiento? Podrán y deberán las autoridades ayudar al campo, ser sensibles a sus peticiones, defender la libre circulación de mercancías y hacerse respetar en Europa (especialmente en Francia). España no se entiende sin la agricultura, Andalucía todavía menos. Algo falla si se nos mete la ciruela de Camboya con la intensidad que denuncian los agricultores andaluces.
La ciruela extranjera en nuestros supermercados es como Halloween en nuestras fiestas, pero nos debe hacer reflexionar sobre dónde estamos y qué futuro queremos. Piensen en el dinero y ahí, como de costumbre, está la clave. Es mucho más barata porque es menos costosa de producir, incluido hasta el transporte. Difícil competir contra esa realidad, incluso para el Gobierno de España. Las tractoradas podrán incomunicar las capitales para hacerse oír y tensionar al máximo las relaciones con el ministro Luis Planas, al que algunos agricultores están a punto de declarar como persona non grata, pero tememos que la solución no solo pasa por ayudas o por un nuevo articulado de la ley que debe impedir las ventas a pérdidas. El campo tendrá que adaptarse todavía más al mundo globalizado. Sobrevivirá. Con ayudas, pero necesariamente con una nueva reconversión. Estamos condenados a la ciruela de Camboya tanto como a renovar el campo que es timbre de gloria de nuestra identidad.
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