La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Armengol es muy sosa. No esperábamos de ella el fervor de Alejandro Rodríguez de Valcárcel a la hora de los vítores. Pero tampoco esa sensación que a muchos provoca encontrarse la primer rebanada del Bimbo como último recurso del desayuno. Se le nota que es republicana, lo cual es muy respetable. Faltaría más. Pero también adolece de un perfil institucional muy bajo. Quizás sea el icono que mejor representa a la mediocre clase política que hoy sufrimos. El desdén mostrado con los vítores resumió mucho de lo que se vio. Para quien quería verlo, claro. Padecemos una clase dirigente que se auto-degrada sin ser consciente de que la apuesta por una falsa proximidad tiene sus consecuencias. No se trata de ser altivo, sino simplemente correcto. Ayer se vieron demasiados detalles que no fueron de desenfado, sino de carencias en el saber estar. Estaban fuera de lugar esas risas nerviosas propias de adolescentes, o los titubeos a la hora de no saber donde colocarse, cuando una consulta previa hubiera bastado para no quedar en evidencia (como le ocurrió al propio presidente del Gobierno al aparece en el escenario central del Palacio del Congreso). Para los expertos en esas lides queda que Armengol luciera el mismo color del traje que la Reina (un error) o que la Princesa vistiera el muy celebrado traje de pantalón y chaqueta (un acierto).
Los maceros fueron los que mejor se comportaron. Alguno creyó que eran las sotas de la baraja. Inapropiados los gestos de compadreo de Armengol y Sánchez al echar el brazo por la espalda al Rey y a la Princesa en diferentes ocasiones. En esos momentos recordamos el título del libro de Rajoy: Política para adultos. En la España de hoy faltan muchos adultos. No es que sean próximos o campechanos, es que no saben comportarse. Muchos tragaron quina ayer sin ser conscientes de cuánto nos ha costado llegar hasta hoy, sin conocer la labor de un Rey emérito ayer orillado mientras el número tres del partido que gobierna venía de reunirse con un prófugo, delincuente y chantajista. Está claro que la Familia Real no es igual a las demás... Paga caros los errores. Tres ministros del socio minoritario del Gobierno plantaron el acto. No se esperaba menos de unas criaturas que tienen su miras en pillar un ministerio con sólo cinco diputados. Tampoco acudieron nacionalistas catalanes, vascos y gallegos. Sí estuvieron cuando Felipe juró la Constitución hace 37 años. Tal vez era otro nivel. Seguro que era otra España. La Princesa tuvo ayer al enemigo muy cerca, como recomendaba Corleone. No es mal criterio en la España de hoy. En la próxima jura no habrá tiros largos. Todos con el Dustin.
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