Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
la tribuna
CARL Schmitt fue un jurista que contribuyó con su pensamiento a la justificación del nazismo. Este jurista y filósofo de la política consideraba que la distinción a la que pueden reducirse todas las acciones y motivos políticos era la de amigo-enemigo. En esta diferencia se asienta el "nosotros", frente a ellos. La posibilidad del "nosotros" y de reconocer al enemigo implica la identificación con un proyecto político que genera un sentimiento de pertenencia. Todos sabemos cómo cristalizaron esas ideas y las consecuencias que tuvieron.
En pleno siglo XXI, un alto mando policial ha usado este concepto para referirse a unos estudiantes. No creo que este funcionario tuviera en mente a Carl Schmitt cuando pronunció esta palabra, pero no deja de ser representativo de una inercia totalizadora en la comprensión de la realidad. En esta disyuntiva no caben tonos grises: o con nosotros o en contra. Esta dinámica de la absolutización se traslada a buena parte de las manifestaciones que estamos escuchando. "Son las únicas medidas posibles; o este plan, o el abismo".
Cuando todo es diáfano, la democracia como deliberación de los ciudadanos deja de tener sentido. Si todo es tan nítido, lo más practico y barato sería que una comisión de expertos nos pastoreen como consideren oportuno. Que se lo pregunten a los griegos. No sólo se les impide votar sobre unas medidas que les afectan, sino que se las dan hechas y aprobadas poco antes de que voten. ¿Me pueden explicar, entonces, qué sentido tiene la próxima elección en la tierra de Pericles y Eurípides?
En España se comienza a usar esta idea con una irresponsabilidad semejante al uso de la idea de enemigo. Cuando se pretende criminalizar a alguien, tanto como un desaprensivo que disfruta demoliendo las costillas de un hipotecado policía o destruyendo el mobiliario urbano, se le califica como antisistema. También se usa este término cuando se quiere desmovilizar a la población para que no salga a expresar cívicamente su protesta. Se introduce en el imaginario colectivo una sensación de peligro; de que las manifestaciones pacíficas se tornaran en altercados urbanos. El crítico que expresa su descontento se convierte en un enemigo, al que además se le criminaliza descalificándolo como antisistema.
Pero no nos engañemos. Antisistema no es una palabra negativa como nos quieren hacer creer al ligarla a la violencia. Antisistema es el anciano Theodorakis que defiende los valores de la democracia frente al sistema. Antisistema son los que denuncian un sistema en que se especula con los alimentos mientras se empobrece o se mata de hambre a la gente. Antisistema son los que se niegan a aceptar que todo se limite a una cosa o el Apocalipsis; aquellos que creen en una democratización de la economía y en una participación real y profunda de los ciudadanos. Antisistema han sido siempre aquellos que en la historia se han rebelado contra sistemas totalitarios y destructivos de lo humano. "Solo utópica y esperanzadamente podemos tener ánimos para intentar con los pobres y los oprimidos del mundo revertir la historia". Esta frase fue escrita por el teólogo español Ignacio Ellacuría poco antes de ser asesinado por reclamar cambio en el sistema. Utopía y esperanza deben ser reclamadas frente a enemigos y absolutos.
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