Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
La aldaba
Los libros y la mar son para todo el año, pero de forma especial para el verano. Mirar una estantería de libros es una delicia, la lectura de los títulos de lomos es una necesidad y la decisión de compra es una apuesta. Hay gente que se queda concentrada largo rato ante un expositor de libros como ante las aguas de espuma serena. La fusión de las dos experiencias se produce en las librerías de playa, pequeñas, recoletas, con productos de papelería y fotocopiadora, con el aroma del papel impreso que es una suerte de incienso laico, con esa selección de títulos menor que en las tiendas de capital, pero con un criterio generalmente acertado por estar proyectado para destinos estivales. En Matalascañas, la gran playa del Coto de Doñana, nacida por efecto del polémico plan de desarrollo del ministro Fraga en los años 60, reventada después con un desarrollismo especulativo, se encuentra la Librería Ana. En buena medida es legataria de la que acompañó en sus orígenes a la entonces selecta y reducida urbanización, la recordada Librería Cernuda. En Ana se encuentran obras de Megan Maxwell, Pérez Reverte, Gerónimo Stilton, Fermín Cabanillas o Roberto Santiago, entre muchos otros autores, junto a los cómics de Asterix, Mortadelo, Superman y Batman, o las historias de Harry Potter. Continúa el expositor de prensa escrita, revistas y pasatiempos. Entrar en Ana es evocar aquella Cernuda que estaba junto a la cervecería alemana, porque entonces eran muy habituales los visitantes germanos en este trozo de Costa de la Luz. Se hartaban de cervezas servidas en grandes jarras. Cuanto más bebían, más tronantes eran las voces. Cuentan que en Cernuda te podías encontrar a don Antonio Colón con sus hijos Carlos y Pablo, como a Antonio Burgos, Nicolás Salas o Manuel Lorente.
En Cernuda estaban los clásicos de la literatura española, las novelas de Aghatha Christie y los tebeos punteros en la España de los años setenta y ochenta. Pocas cosas como el encanto de una librería de playa si, además, abre por las noches como suele ser costumbre en los negocios de la costa para captar al cliente que sale de cena. Una buena librería en la playa es fundamental para tener periódicos de papel cada mañana y consultar esos libros que nos aguardan para proclamar que de verdad han comenzado las vacaciones de verano. La librería, la farmacia, el supermercado y un bar de cabecera son las cuatro necesidades en un destino de vacaciones. Matalascañas no es ni la sombra de lo que fue. Ni la cuarta parte de lo que se pretendía que fuera. Pero la mar y los libros siguen. No están los alemanes ni Cernuda. Pero está la Librería Ana con todo su encanto. Y eso es un gran éxito.
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