El encanto de un bazar de toda la vida

La aldaba

En República Argentina queda uno de esos comercios con escaparates marcados por un hermoso ‘horror vacui’ 

Ese señor que está ahí al lado

La pata de pulpo

Escaparate del bazar de República Argentina
Escaparate del bazar de República Argentina / M. G.

17 de septiembre 2024 - 04:00

Son un modelo en extinción. De alguna manera han sido el precedente del chino, pero en versión nacional. Ahora los chinos lo controlan todo. Hay tres cosas cada vez más difíciles de encontrar en Sevilla: un kiosco de prensa, un cajero automático y un bazar. Los kioscos venden ya casi de todo menos el producto romántico más hermoso: el periódico de papel. Las escasas sucursales de bancos se parecen cada vez menos a las oficinas de toda la vida, tanto que en algunos dan ganas de pedir frutos secos para acompañar el combinado por el ambiente de luz baja y mobiliario minimalista y la ausencia de mostradores de toda la vida con su ventanilla de cristal gordo... Hay casos de verdadero horror en San Telmo con unas lámparas cilíndricas y carísimas que evocan las que dejaron colgadas (nunca mejor dicho) en la rehabilitación (jajajá) del edificio donde Susana Díaz tuvo que colocar un sofá blanco en el despacho presidencial como la que proclamaba: “¡Hágase la luz!”.

¿Y qué me dicen de los bazares? Perdimos el gran Bazar Victoria de la calle Entrecárceles, aquel que exhibía trampas de ratón, sartenes, tablas de planchar, exprimidores de naranjas y peladores de todo de tipo de hortalizas. Si un chino nos saca de un apuro, en el Bazar Victoria había absolutamente de todo eso que de pronto se echa en falta en una casa. Todavía nos queda un bazar en la Avenida de la República Argentina, en el tramo sin el empedrado con las iniciales LR en recuerdo del constructor Luciano Rosch, el mismo que también hizo el empedrado de la Plaza Nueva con el escudo del Betis. En este bazar, un comercio digno de ser calificado de superviviente, se puede comprar un transistor, un enrollador de cables, un cortapelo, un despertador de toda la vida, secadores, un teléfono fijo, auriculares de todos los tamaños o un mechero para el coche de 220 watios (que evocan aquella otra potencia de 125 watios). Toda la estancia está colmatada como corresponde a un bazar, con ese horror vacui tan propio de estos negocios. Y no faltan los carteles de colores estruendosos que ya son de estilo vintage. Si hay bares de barrio que tienen un encanto especial porque son zonas libres de tatakis y experiencias gastronómicas, quedan comercios que son un viaje a los años ochenta, donde solo faltaría la hucha para el donativo para la cabalgata del Excelentísimo Ateneo que preside un señor como don Emilio Boja. Un reloj despertador por 12,95 euros es una ganga. Hay que preguntar si tienen trampas para roedores, que en Sevilla los hay hasta empadronados... 

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