La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Ha venido a Sevilla el señor de las mermeladas, que es el embajador del Reino Unido en España y Andorra, Hugh Elliott, para agradecer la aportación de naranjas que hace el Real Alcázar para elaborar el manjar que, según nos cuentan, es el preferido de la Familia Real británica. ¿Y qué ha hecho don Elliot? Pues reunirse con el alcalde, míster Sanz, para entregarle unos botes de muestras, como en tiempos hacían las vendedoras que acudían casa por casa: las señoras de Avon. ¿Recuerdan aquella publicidad hoy vintage? “Avon llama a tu puerta”. Pues Elliot ha tocado la aldaba del despacho de Oseluí, que es una aldaba mucho más sonora que la de esta segunda página de Diario de Sevilla, ¡donde vamos a parar!, para hacerse una placa con el alcalde y el muestrario de las mermeladas con las que se untan las tostadas en el Palacio de Buckingham. “¿Y esta placa cuándo sale, señor embajador?, debió preguntar algún asesor al estilo de Luis Miguel Martín Rubio tras uno de esos actos a los que acude de la Sevilla de entre las 20 y las 20:30 horas, donde siempre son los mismos. Los mismos, oiga. Es un tío vivo que no para de dar vueltas, salvo en agosto, cuando la atracción se muda al Puerto de Santa María. Pues la placa la publicó el mismo alcalde en sus cuentas de las redes sociales. Pero el embajador es listo y acto seguido se fue a entregarle también unas mermeladas a Antonio Muñoz, ex alcalde y hoy líder la oposición y senador del Reino de España. ¡Cómo nos ha calado don Elliot! Elegancia se llama.
¿Quién le aportó las naranjas? Muñoz. ¿Quién es el alcalde cuando la Familia Real británica se las está zampando? Sanz. Pues a Muñoz lo que es de Muñoz y a Sanz lo que es de Sanz. Una cajita de yemas de San Leandro habría que regalarle al embajador por hacer su trabajo con precisión de cirujano. El señor Elliot sí que es un diplomático con todos sus avíos y no esos cónsules de tres al cuarto, cirio al cuadril, derecho a vado en el garaje de casa y continuas ansias de foto que nos achicharran con estúpidos mensajes de vanidad de baja estofa. Don Elliot nos ha calado en el mejor sentido por la vía de la exquisitez en el proceder. La mermelada del Alcázar es transversal, motivo de concordia y estandarte en el exterior. El fútbol nos vertebra como sociedad, el Alcázar nos une. Elliot le ha dado su sitio al alcalde y al que lo fue hasta el pasado julio. Estilo se llama. Pero que tenga cautela el inglés que hay una Sevilla que las guarda y no perdona ese concepto de elegancia. No se debe nada, Hugh. El aviso es cortesía de la casa, como un quite providencial en la plaza.
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