La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Una de las cosas que resultan atractivas del otoño es poder llevar chaqueta. Cada uno como quiera y a su estilo, que es una de sus mejores cualidades. Ya que hay muchas maneras de utilizarla en la forma de vestir y hasta de expresar nuestra personalidad, según sea de paño de lana, gabardina de algodón, tweed inglés, punto, cuero, gruesa o fina, con o sin forro. Por no hablar del color, azules, negros, grises o toda la gama de los marrones y verdes. Son prendas versátiles, duraderas y funcionales y por tanto deben ser cómodas de llevar. En el fondo no es más que una prenda con mangas para llevar encima de la camisa, abierta por delante. Pero su verdadera genialidad reside en su funcionalidad. Es una pieza de ropa diseñada para cumplir con una variedad de propósitos prácticos, adaptándose con facilidad a las necesidades más generales. Alguien la ha definido como un refugio portátil y no le falta razón. Sus bolsillos, por dentro y por fuera, albergan nuestros objetos esenciales, gafas, llaves, teléfonos, plumas y lápices, documentos y dinero. Nos brinda seguridad y organización, permitiéndonos llevar todo lo que necesitamos con comodidad y cada cosa en su lugar habitual, que no es poco.
El uso de la chaqueta, además de las razones funcionales y personales, también es parte de los múltiples códigos de respeto a los demás y maneras de comportarnos, muchos de los cuales hemos ido desmontando poco a poco, restándoles importancia, sin ser muy conscientes de la trascendencia de eliminar todas las formas en la convivencia, como la cortesía, la manera de hablar y escuchar a los demás, el lenguaje corporal y la vestimenta. Quizás hemos querido entre todos hacer una sociedad más igualitaria y cercana para unos y otros, pero no creo que a eso contribuya escatimar o prescindir de la cortesía. Más bien al contrario, creo que decir buenos días, gracias, ¿sería tan amable…? o disculpe, nos aproxima a todos en el buen trato a las personas. A veces he pensado sobre lo que significa socialmente el tuteo indiscriminado, no ceder el paso en las puertas y ascensores o el asiento en los autobuses. O lo que supuso la eliminación de la tarima para el profesorado en las aulas de primaria y secundaria. Siempre pensé que buscando hacer algo bien, acercar profesores y alumnos, se inició un camino sin retorno.
En apariencia son solo cuestiones formales, modos sociales que podemos entender fuera de lugar, pero en mi opinión, todos ellos son recursos que nos facilitan la convivencia. Oscar Wilde dijo en una ocasión: “una corbata bien atada es el primer paso serio en la vida”. Eran otros tiempos, pero comprendo perfectamente a que se refería, cuando veo a los adolescentes que intentan por primera vez un nudo de corbata. Que no pidan que se lo hagan, es mejor que aprendan. Son cuestiones de formas, pero tengo la sensación que cada cuestión tiene su pequeña o gran importancia. Y una chaqueta, que es una obra maestra del diseño, puede contribuir a un mundo mejor.
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