¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
DE POCO UN TODO
EFECTO Zapatero llaman a una cosa y a su contraria, como si fuese la ideología del susodicho. Hasta el estallido de la crisis, consistía en que su atractivo le daba un plus de votos a él o al candidato que apoyara. Ahora los barones del PSOE temen el efecto ZP más que al PP. Todos quieren marcar distancias con el líder y suspiran por que sus elecciones no coincidan con las generales. Que los carteles con la foto del presidente ("lo importante es la foto") no les hagan (mala) sombra.
Dentro de mi limitado campo de acción he tenido una prueba espeluznante del efecto ése. Este verano reuní una antología de mis artículos. Entre los publicados en el Grupo Joly y en otros medios, sumaba más de quinientos, que fui rechazando hasta quedarme con los 50 necesarios para el libro.
Lo curioso ha sido cuando, al releer los sobrevivientes de tantas purgas, nombraba en muchísimos al poeta brasileño Mario Quintana. No tenía yo idea de que lo hubiese citado tanto. Por el contrario, en muy pocos de los seleccionados salía a relucir Rodríguez Zapatero, que puede ser la persona que en términos cuantitativos más haya mentado uno en sus columnas. ¿Cómo era posible tamaña desproporción en contra de las leyes de la lógica y del cálculo de probabilidades?
Pues por el efecto Zapatero, tan ambivalente en literatura periodística como en política nacional. En su momento, hablar de Zapatero daba el atractivo del último tema polémico, las aristas cortantes de la palpitante actualidad; pero enseguida dejaba de palpitar. Lo he comprobado en las propias carnes de mi prosa. (Para los amigos de la ecuanimidad y el centrismo, diré que el jefe de los conservadores tampoco tiene pinta de ser un gran conservante, aunque lo he mentado menos.)
Mario Quintana, en cambio, funciona como la levadura. Basta citar dos versos suyos o un aforismo para que la masa del artículo se levante como un bizcocho en el horno. Todos los artículos con una pizca de Quintana tiraron para arriba y casi todos los de Zapatero se venían abajo como un soufflé pocho, igualito, igualito que los índices de su popularidad. Lo más misterioso es que a veces lo que decía Quintana ("No soy de esos que un día piensan una cosa y otro día piensan otra cosa totalmente diferente. Yo pienso las dos cosas al mismo tiempo. Dos o más. No tengo la culpa de ser tan ecuménico") podría haberlo dicho también Zapatero. Pero hubiese sido, seguro, con el efecto contrario.
Pongo aquí juntos a los dos como un experimento. Cuando dentro de unos años vuelvan a pedirme una antología de mis artículos, ¿se salvará éste? ¿Qué efecto podrá más, el ZP o el MQ?
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