La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Las gildas conquistan Sevilla
A la salida del acto de relumbrón hay corrillos que se entretienen en el bucle del chascarrillo y quienes van despejando la zona con un lento paseo que presupone una conversación de algo más enjundia. En el interior se quedan los más cafeteros a la búsqueda de un saludo, un gesto, unos parabienes con quienes ocupan posiciones de poder. "Fíjate que son los mismos que hacían exactamente igual con los anteriores presidentes. El problema no es que lo hagan, que entendemos casi todo, es que cuando dejas de ser un cargo, esa gente no es que no te llame, es que directamente te vuelven la cara, te hacen el vacío o se cambian de acera. O hasta se cambian de vagón del AVE. Prácticamente te cancelan. ¿Hay necesidad de semejante desprecio? Cuando menos podrían ser educados, no tan descarados. Al parecer es que hay alguien que vigila que no saluden a los de antes, porque eso genera desconfianza en los actuales. Y ese alguien funciona mejor que un algoritmo. El otro día vi a un ex presidente caminar por Sierpes en absoluta soledad. Nadie lo paraba. Caminó durante un buen trayecto hasta que llegó a la parada de Tussam. Se subió en un autobús y se marchó al que intuyo que es su barrio. ¿Habría mandado ese hombre años? Tela. ¿Habría hecho favores y soportado a una cohorte similar de pelotas? Pues ahora nadie se acercaba. Y me molesté en hacer el seguimiento de este hombre porque sabes que me encantan estos pasajes sobre la podredumbre de la condición humana. Y ahora que me han dado hasta codazos en el acto para saludar a uno que estaba detrás de mí, recuerdo la sencillez de ese ex presidente, o el caso de otro que ni se atreve a salir de su casa. Me quedo con la sencillez del hombre del autobús, aunque me dejó un mal sabor de boca no por él, sino por tanta gente que ahora he visto y que son los mismos que hace años lo perseguían. Y caigo en la cuenta de que no pudo ser posible que en un recorrido tan extenso nadie reconociera a ese señor".
Un grupo camina a más velocidad y hace referencia con voz premeditadamente elevada a la cantidad de "periodistas pelotas" congregados en el acto. Otro enumera las ausencias y evalúa el sitio asignado a los presentes. En Andalucía se habla demasiado alto. No faltan quienes sacan el medidor de la intensidad de los abrazos, ni quienes improvisan (o eso parece) su refrigerio en tabernas alejadas para asegurarse la conocida como zona de confort. La noticia es quién ha estado en la tercera y la cuarta fila, no ya en la primera. El mundo es así. Quizás el mejor veredicto es el que formula un ajeno a los asuntos de la jet política. "La gente debería salir más de su casa, porque después pasa lo que pasa en la copa de empresa". En el fondo, el hombre del autobús urbano es el triunfo del pos-poder. Fue presidente muchos años y camina tranquilamente ajeno a todo, con el blindaje de la sencillez, con sus ideas, con esa vida que existe más allá de la política, la que tantos pregonan, pero pocos se creen. Los papanatas no suelen viajar en autobús. Ojalá el presidente tenga ayudas sólidas en estos tiempos de zozobra.
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