¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Maneras de vivir la Navidad
En la peluquería está todo el mundo hablando de los duendes traviesos. Por lo visto, hay niños que llenan la cocina de harina o que tiran por la ventana el móvil de su padre o que le cortan un mechón de pelo al hermano que está dormido en la cuna. Según oigo decir, se trata de un desafío de Tik Tok inspirado por un elfo travieso que visita las casas antes de Navidad (la moda, cómo no, viene de Estados Unidos). Y lo que tiene inquieta a la gente que conversa en la peluquería es la actitud de los padres que fomentan las estupideces de sus hijos para que así puedan colgar en Tik Tok el vídeo de la trastada para buscar su reglamentaria ración de likes. Como es natural en nuestra época infantiloide, los padres se toman la travesura mucho más en serio que los hijos y no aceptan críticas ni recriminaciones. Faltaría más. E incluso hay padres –oigo decir– que se cabrean mucho si alguien les envía un comentario negativo por fomentar la pésima educación de sus hijos con las tonterías del elfo travieso.
Todo eso se venía venir desde hace mucho tiempo. Y lo sorprendente no es el desafío del elfo, sino que haya gente –como la de la peluquería– que se muestre contraria a esta moda y la critique sin temor. Pero no creo que eso sea lo habitual, ni mucho menos. De hecho, el sentido común que todavía sabe distinguir entre una buena y una mala educación –o entre una conducta estúpida y otra inteligente– es una actitud que está desapareciendo entre nosotros. Yo he oído críticas feroces contra el sentido común proferidas por muchos artistas e intelectuales, para los cuales siempre era una vergonzosa muestra de servil utilitarismo burgués. Lo bueno –para ellos y ellas– no era el prosaico sentido común, sino todo lo que supusiera transgresión, rebeldía o desobediencia (en otras palabras, todo lo que pudiera ser inspirado por el elfo travieso). E incluso se podría decir que el odio hacia el sentido común es una de las características primordiales de nuestra época. ¿Por qué? Porque la chatarra ideológica que se nos impone día a día (el histerismo por el cambio climático y la obsesión por la victimización narcisista y por la autoidentificación de género y todas esas modas del progresismo posmoderno) es algo absolutamente incompatible con el sentido común. Así de simple.
Supongo que eso explica el éxito imbatible de los elfos traviesos.
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