Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Mario Draghi ha sido en la Europa unida lo más parecido a un aristócrata, que etimológicamente significa uno entre los mejores, y no por sangre ni herencia. Él ha sido una figura centralísima de una UE zarandeada por una tenebrosa crisis, y, siendo paisano de uno de los PIGS, lo fue por sus méritos profesionales, con una influencia que ningún político de partido, salvo Angela Merkel, haya tenido en el cosmos paneuropeo, y al máximo nivel en su país de nacimiento, Italia. Él lo ha sido todo sin necesidad de votos: hijo de banquero, fue profesor universitario, pero no uno cualquiera, de modo que acabó siendo presidente del Consejo de Ministros italiano sin presentarse a elecciones ningunas, tras ser presidente del Banco Central Europeo, y antes director del Banco Mundial, y antes gran jefe europeo del gran banco privado Goldman Sachs, y antes aun gobernador del Banco de Italia, cuando ese cargo no era una figura accesoria de la oficina central del euro, con sede en Fráncfort. Draghi aceptó ser el tecnocrático Preside con el apoyo total de un totum revolutum que sí se había presentado a elecciones. Y se permitió, aristocráticamente, configurar un Gobierno en el que casi la mitad de los ministros no habían pasado por las urnas. Italy is different. Qué Spain ni Spain.
A la vertiginosa, turbulenta, regateadora, productiva y trivial “esclava de Roma” –así lo dice su himno, que nadie osa discutir– le cabe lo más grande: no conoce Italia la densa honra quijotesca. Se parece a España únicamente en el soniquete del lenguaje. Mario Draghi fue el equivalente institucional de Rajoy o Sánchez sólo lo justo para meter las cuentas públicas en caja, privatizando por la vía de urgencia. En cuanto le tocaron le palle, se dio el piro. Ahora, desde su aristocrática sapiencia ajena a primarias ni campañas, avisa de que Europa puede perder su condición de confederación mundial de los derechos individuales y la protección social. Que hay que cerrar la mano. Draghi es un laureado de la ortodoxia presupuestaria: no engaña, Supermario. Desde su riqueza personal y su indudable valía técnica advierte de que los valores de la Europa comunitaria están en entredicho. Trump, China (¿cómo se llama su presidente?) y Putin mediante. Él, frío como la punta de su larga nariz, tan italiana y hebrea, no cree en Europa First (el lema de Trump es America First, lo primero América). Los partidos ultramontanos están de enhorabuena. Vivan la aristocracia y sus recetas sapientes (Draghi estudió Economía en la pública y romana universidad La Sapienza).
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