La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Media España viendo la serie sobre Bárbara Rey, donde ella abandona una y otra vez la Zarzuela por la puerta de atrás, mientras Felipe VI espera la llegada de la Ley de Amnistía que tendrá que sancionar. Estampará su firma en un texto que quebranta la separación de poderes, pilar esencial de la democracia que su padre trajo a España. Y para traerla, don Juan Carlos renunció, en primer lugar, a todos sus poderes para convertirse después en un fino ingeniero en las labores de promotor de la concordia entre políticos enfrentados. El actual rey se tragará un sapo enorme al firmar el texto que deja impunes a los delincuentes de un procés consumado en unos días en los que él, precisamente, estuvo inmenso en aquel discurso extraordinario. Tan inmenso que muchos interpretaron aquella intervención de Don Felipe como su particular 23-F en comparación con la fecha en que muchos españoles vieron que Don Juan Carlos, en efecto, era el rey de todos los españoles. Poco le ha durado a Felipe su estrellato. O, al menos, el derivado de un discurso memorable. Entre las andanzas del padre y un presidente dispuesto a vender su alma al diablo para seguir en la Moncloa, el Rey de España se encuentra ante el papelón de su vida. Y jamás se olvide que el separatismo catalán busca la independencia... y la república.
No se le permitirá el mínimo desliz. Comienza a ser contestado entre quienes presumen de monárquicos y le exigen que haga algo, ignorantes de las tremendas limitaciones del papel del jefe del Estado. No le queda otra que firmar. ¡La alegría que Sánchez y muchos de los suyos se llevarían si Don Felipe tiene el más mínimo titubeo! Es palmaria la poca gracia que el monarca hace al jefe del Ejecutivo. Es notorio que la Princesa de Asturias tuvo más cerca que nunca a sus enemigos en la jura de la Constitución en las Cortes: tanto muchos presentes como los ausentes (los socios parlamentarios de Sánchez, incluido el PNV). Cada vez disimulan menos. El Rey tiene que cruzar cada día una laguna cargada de reptiles ávidos de carnaza. Su firma para sancionar esa ley será dolorosa para él y para miles y miles de españoles. Sí, la ley tendrá el refrendo de la mayoría del Congreso de los Diputados luego de estar impulsada por un Gobierno legítimo. Eso no se debe discutir, como tampoco negar las náuseas que produce su contenido y el más que previsible apoyo de los diputados de Bildu. Quien todavía tenga dudas que repase los comunicados de rechazo al texto: desde los magistrados a los abogados, pasando por los fiscales, los notarios y los inspectores de Trabajo. Sabemos el precio que ha pagado Sánchez por su investidura. Resta conocer el coste. Tenga cuidado, Majestad. Hay cocodrilos hasta en la piscina.
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