La dinamita, mejor ‘pá’ los pollos

15 de octubre 2024 - 03:30

Si soy sincero, creí que iban a dar más la tabarra con el 90 aniversario de la Revolución de Asturias, que es como se llama al intento del PSOE y la UGT de apiolar esa II República que ahora llora y añora. La cosa, al final, ha quedado en algunos artículos de periódicos y tuits algo exaltados. Entre ellos, el que más ha llamado la atención es el del diputado de Sumar Íñigo Errejón, quien colgó en su cuenta de Twitter (ahora X) el famoso cartel en el que un revolucionario con cara de pocos amigos lanza un cartucho de dinamita a un enemigo que es fácil de imaginar. Cuesta entenderlo. ¿Se imagina usted que un diputado de la bancada derechista lanzara al viento de las redes, un 18 de julio, el famoso cartel de la Falange de “A las armas”, ese en el que se ve una mano agarrando un mosquetón, con el yugo y las flechas de fondo? Se comprende que cada uno tenga sus simpatías y antipatías históricas, que haya personas que se emocionen con el Cara al Sol y otras con la Internacional, siempre que eso quede en la más estricta intimidad y no se utilice para la política diaria ni para alimentar aún más el clima de crispación que vivimos los españoles. Si queremos rebajar la polarización, las viejas banderas deben volver a los altillos de los armarios. Azuzar el espíritu guerracivilista no solo es un error, sino también una canallada impropia de un diputado.

Sobre la Revolución de Asturias se ha escrito mucho y se seguirá escribiendo. Simplificando, por lo general, los historiadores de la bancada progresista (la historiografía, como la judicatura o la Fiscalía, también tiene bandos) la defienden como un intento de la izquierda de frenar una fantasmal llegada del fascismo al Gobierno, pese a que el fascismo por entonces era completamente anecdótico en España. La bancada conservadora, por su parte, suele señalar que este intento de huelga general revolucionaria (que es como llama la izquierda radical a sus golpes de Estado) fue el inicio de la Guerra Civil. No creo que sea para tanto. Como el mismo régimen franquista reconocía, el inicio del conflicto fue el 18 de julio de 1936, día señalado para el putsch que, al fracasar, degeneró en el conflicto fratricida. Sin embargo, es evidente que la Revolución de Asturias y su posterior y durísima represión por parte del Estado republicano cargaron aún más de odio la irrespirable atmósfera política del momento y dejó claro que España había entrado en una deriva difícilmente corregible. Pero todo eso pertenece al pasado. Los políticos actuales, de cualquier tendencia, no deberían juguetear con estas tristísimas cuestiones. Monsieur Errejón, parafraseando a aquel grupo musical de mis años mozos, sería conveniente que la dinamita la dejase pá los pollos.

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