Como yo digo

Nada más hermoso que la lengua viva... Si no somos lo que decimos, sin duda somos cómo lo decimos

03 de junio 2024 - 00:45

Llámenme picajosa con confianza. Por más que en mi imaginación yo quiera verme como un Emilio Lledó o como una Lola Herrera –ambos sabiduría y dulzura– a veces la imagen que me devuelve el espejo es la de señora relatona, mascullando lindezas. Me libra de no hablar sola –del todo– que dialogo con mi nevera y con la Rumba, a falta de mascotas vivas, o biológicas o sea. Como nuestras abuelas le hablaban a la tele, me paso el día contestando a la radio –que está muy bien– pero sobre todo corrigiendo. A mi lado Isaías Lafuente ejerce un laissez faire rayano en la desidia. Dicen “nexo de unión” y vocifero, confunden entrar con meter (se meten objetos, entran los seres vivos) y me da vueltas el cuello a lo niña del Exorcista. Menos mal que mis paredes son generosas, porque si no ya me habrían hecho los vecinos un juicio sumarísimo con sentencia de extrañamiento forzoso y no precisamente por poner AD/DC a todo volumen. Del laísmo mejor no hablamos, suerte de vivir en Sevilla, bastante pesada me pongo ya con lo de “al lado mía”, un modismo infinitamente más amable que ese “la dije” de los madrileños que me sube la tensión hasta la alarma. Tan tiquismiquis ando que a veces me siento como esas maestras que corrigen con el lápiz rojo en alto, mejor espada que pluma, dispuesta al ataque por una Causa Mayor. Exagero, claro está, nada más hermoso que la lengua viva, nada más brioso que la oralidad que tanto inventa una palabra como la rescata del rincón de la memoria. Nada más de todos que lo que hablamos, la democracia de hacernos entender y muchas veces con profunda belleza. Pero, tampoco me vuelvo Doris Day: si no somos lo que decimos, sin duda somos cómo lo decimos. Sobre todo somos las muletillas y las frases hechas que nos adornan. Je. ¿Se han fijado que tras un “como yo digo” jamás hay una frase original? No sé si nos viene de fábrica pero en ningún caso –lo digo con la fiabilidad de una encuesta de Michavila, ojo– después de esa expresión alguien nos regala un tesoro del pensamiento, ni siquiera un juego de palabras o una expresión un poco novedosa. Tras esa frase suele venir un lugar común, una perogrullada mayúscula que suele coronarse con un refrán. Me asombra (en realidad, me da mucha envidia) la seguridad pasmosa de quienes tienen tanta autoestima que cuando dicen una banalidad le ponen su firma tan ufanos. “Como yo digo”, dicen, y se suben a la peana del filosofeo como si fueran Sócrates o Churchill. Nadie está libre de culpa ni se salvaría de la pedrada justiciera pero cada maestrillo tiene su librillo y cada cual peca según su estilo. Conocí a un niño que anteponía “en lo que a mí respecta” a cualquier decisión. Por ejemplo, la de no ducharse. Pedante, sin duda pero humilde en su declaración porque, como yo digo, cuánto más sabio más modesto. ¿Verdad?

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