Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
La vida es eso que pasa mientras esperamos tu llegada, aire fresco de balcón recién abierto que ya no enfría, tardes de luz más generosa que reaviva los ánimos, la intuición del gozo de vivir en la calle, la timidez del invierno que poco a poco entrega la cuchara en el plato florido de una primavera que siempre se sueña morena. La vida es eso que ocurre mientras aguardamos el tiempo mejor, el que es aliado de nuestra existencia. Nosotros nos entendemos, que no es poco, sin esperar a que nos entiendan, que es el sello de nuestra libertad. Y si nos entienden, eso que agradecemos. Somos el sur que necesita la luz para vivir, para estar, para ser. Sin la luz no somos nada. Y la primavera es el fanal que alumbra Andalucía, la saca de los grises para realzar en la alegre calidez de los colores de Laffón. Luz que cada vez adorna más las tardes. Sin prisa, despacio, prolongando nuestras vidas.
Que vivir es bañarse en esta luz que recibimos cada año como si fuera la primera. La luz le gana terreno a la noche en el febrero que se asoma a marzo, enciende altares de quinario por toda Andalucía, alza los esqueletos de las ferias, platea la mar de las costas y puebla de cigüeñas las espadañas de los pueblos. La vida es eso que sucede hasta que de pronto llega ella, la que nos tiene tomado el pulso, nos reconoce como una madre a un bebé recién nacido, la que nos permite soportar, sobrellevar y vencer los fríos del invierno. Porque nos basta con saber que viene, nos basta con intuirla de repente, para mantener alta la bandera del ánimo en el mástil de nuestros días. No, no podríamos vivir en esas tardes oscuras de otros lares. Seríamos peces agonizantes en una ría semiseca. Necesitamos cielos de azules generosos, brillantes como gemas de alto grado de pureza, con nubes blancas pintadas por un niño. Nacemos otra vez cuando febrero avanza porque nos toca vivir de nuevo como aprendimos a hacerlo de forma natural. Nos basta el alivio de un rato de solecito porque sabemos que pronto tendremos el sol entero. Somos de temporada, como los toros, las torrijas y los nardos. Y vienen nuestros días, las horas que mejor se nos dan.
La vida es eso que viene ahora, cuando las vírgenes son damas hebreas protegidas en sus hornacinas, Jesús Nazareno abraza la cruz de Huelva a Almería, danzan los naipes en el verde de los manteles de los casinos y cuesta menos madrugar porque ella viene, a punto ya de quedarse, fuente de energía de nuestra particular industria, ilusión, motor, asidero. Sentido de nuestros días. Sabe como el primer sorbo de cerveza para el peregrino. Es el farolillo que siempre brilla cuando se encara el futuro. La vida no lo sería sin primavera. Ella permite vivir y no un mero existir.
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