La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
El viejo Gambrinus ha sido la loba capitolina de todos los hijos de Hispalis. La mayoría de los sevillanos hemos bebido con nuestros padres una caña de cerveza en los años zangolotinos de la adolescencia, antes de que la obsesión prohibicionista llegase a nuestro mundo con vocación de quedarse. Eso y el vasito de vino (aguado o no) en los días señalados, formaba parte de la educación alcohólica de una sociedad que no se andaba con la hipocresía de prohibir a los menores acompañados el consumo de cerveza en un bar al mismo tiempo que hace la vista gorda con los botellones. La cerveza, se sabe de sobra, es buena para todo siempre que se tome en su justa medida (nunca más de dos litros por día). Incluso para nuestra relación con Dios, como bien nos explica el doctor en teología R. Jared Staudt en su libro La opción cervecera. Me remito también a Benjamin Franklin y su famoso dictum: “La cerveza es la prueba de que Dios nos ama y quiere que seamos felices”, frase redonda que, aunque probablemente apócrifa, debería estar en arco de entrada de la fábrica de Cruzcampo.
Por todo lo dicho, es obligación del Ayuntamiento facilitar en lo posible el consumo de rubia cerveza a la sevillana manera. Es decir: de pie y a la intemperie, como centinelas sobre los luceros. Así lo prometió el alcalde Sanz antes de agarrar el bastón, pero ahora nos sorprende con una ordenanza de veladores que sólo permite la modalidad corrillera en siete bares: El Patio San Eloy, Casa Manolo, Bar Europa, Casa Vizcaíno, Casa Morales, Taberna Entrecárceles y el Restaurante El Cairo. Sí, ha leído usted bien. Y, probablemente, se preguntará desde cuándo en bares como San Eloy, Europa, Morales, Entrecárceles o El Cairo se ha practicado la cerveza callejera. También se interrogarán sobre dónde están el Tremendo, el Coronado o el Jota, auténticos templos de la modalidad aborigen. El Ayuntamiento se ha limitado a confeccionar la lista con los bares que, en 2021, solicitaron y obtuvieron la condición de Establecimiento Emblemático de la Ciudad de Sevilla, que es algo que recuerda a lo de Nacionalidad Histórica de nuestra Constitución. Es decir, un título historicista basado en un criterio más que discutible. Eso sí, se ha habilitado una vía para que los bares que así lo consideren soliciten su condición de templo cervecero al aire libre. El alcalde se encargó ayer de recordarlo en un tuit. Lo único que pedimos es que ese camino no sea largo y tortuoso, como suele pasar con las cosas del NO8DO.
Es evidente que El Cairo no va a sacrificar su agradable velador burgués para llenar su compás de pelusos cerveceando. Y que la afición del Coronado pide a gritos volver a sus viejas libertades sevillanas. Hagamos las cosas con lógica.
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