La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los calentitos son economía productiva en Sevilla
La aldaba
En Sevilla te levantas un día y no hay Giraldillo porque lo han bajado a la Azotea de las Azucenas, han peatonalizado la calle San Fernando pero está invadida por mesas que se acosan unas a otras, han levantado el pavimento de losas de Tarifa para colocar un asqueroso pavimento de pizarra junto a la Catedral, ha cerrado un ultramarinos y en su lugar hay un bar de copas, las tiendas de cerámica y platería de Sierpes han sido sustituidas por comercios de camisetas, al alcalde aclamado un Jueves de Corpus lo han largado a la primera oportunidad, y las luces rojas cambiantes de las setas de la Encarnación aparecen como un fondo precioso (por las que hilan) para el final del hermoso traslado de las imágenes de Los Estudiantes a la Anunciación. Somos así. También amaneces un día y han derribado el vallado de la antigua Fábrica de Artillería, edificio de alta catalogación muy desconocido por el público. Si los sevillanos entraran en este inmueble de dimensiones colosales se darían cuenta de que se trata de una suerte de catedral, una gran mole a las puertas del casco antiguo que resulta casi imposible de rehabilitar de forma íntegra, más allá de partes concretas y soluciones provisionales. Las mentiras cuelan porque la inmensa mayoría de los sevillanos no han accedido nunca a su interior. El proyecto que ejecuta la Gerencia de Ur(bar)nismo del Ayuntamiento explica con detalle que se propone "la eliminación del vallado contemporáneo conservando la banda vegetal que antecede al inmueble como recuerdo de la ordenación histórica". Y se añade: "El nuevo destino del inmueble, más abierto al público, demanda una renovación de su percepción urbana (...) liberada de barreras físicas y visuales que potencie los valores de la pieza arquitectónica".
¿Piezas? ¡Menudos piezas! Anda que si pudiéramos derribar tanta morralla "contemporánea" como hay en el casco histórico, no habría suficientes piquetas ni el Servicio de Licencias daría abasto. Podríamos darle a los barandas de Urbanismo una lista de despropósitos "contemporáneos" para su demolición, empezando por la barbaridad del Paseo del Marqués de Contadero, la chapuza del pavimento mortífero de la Plaza Nueva (que se intenta enmendar ahora con una tramitación igualmente chapucera), los mamotretos de la Palmera o la calle Santander, los inmuebles propios de paseo marítimo en el arrabal trianero, etcétera. Aquí se derriba el vallado de un BIC cuando en otros casos los señores de la Comisión de Patrimonio se ponen tiquismisquis. Pero la verdad, la gran verdad, es la que nadie cuenta. La Fábrica de Artillería es la otra gran giganta, donde se fundió el Giraldillo, por cierto. Su rehabilitación es inasumible para el presupuesto de la Gerencia, el motor oxidado de la ciudad. "Derriba el vallado y llena ahí, que aquí nadie tiene ni pajolera idea".
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