La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
La campaña comenzó marcada por Bildu y termina lastrada por los escandalosos casos de compra de votos. Iniciamos el tiempo litúrgico de petición de voto con una verdadera vergüenza y lo terminamos con titulares de república bananera. De pronto está en juego no ya la honradez de los candidatos, sino la pureza del sistema. Y, ojo, en algún territorio tan delicado como Melilla. El ataque es directo a los cimientos. Todo prueba que el jardín de la democracia debe ser regado cada día, las hojas muertas barridas y la flora podada con esmero. Nada nos viene dado porque sí. Nada permanecerá siempre como lo conocimos por primera vez si no aplicamos labores continuas de mantenimiento, refresco y actualización. Tras las arremetidas del populismo de izquierdas y el cuestionamiento artificial y forzado del denominado “régimen del 78”, nacido del milagro de la Transición, fuente de orgullo de todos los españoles, los episodios de compra de votos deben ponernos en alerta. Quizás ha llegado la hora de adaptar el sistema a los tiempos digitales que corren, al igual que tal vez no haga falta una campaña electoral de 15 días, ni mucho menos una jornada de reflexión.
El voto por correo puede ser organizado con criterios más eficaces porque los medios que hoy existen son mucho más avanzados que los vigentes cuando se legisló al respecto. Hay ocasiones en que su regulación puede resultar primitiva. ¿Y qué sentido tiene la demora en las tomas de posesión a todos los niveles? Hay presidentes que podrían jurar cuanto antes porque hay gobiernos que pueden ser formados sin más esperas. Aquí sufrimos unos plazos y cautelas que fueron concebidos para una población sin tradición democrática. Lo mejor que puede ocurrir es que los casos de compra de votos e irregularidades análogas no vayan a más y sirvan, cuando menos, para extremar el celo y tener claro que el sistema no se soporta solo.
Un día aparecen condenados por terrorismo en las listas electorales, cosa legal pero que provoca náuseas, máxime si se trata de un partido que es socio parlamentario del Gobierno, y al siguiente afloran casos de fraude electoral en Melilla, Mojácar, Alicante, Zamora y Huelva. Todavía habrá quienes vivan más cómodos pensando que se trata de excepciones y casos menores. Nunca han sido tan fundamentales las juntas electorales. Y se supone que el domingo votamos para tener gobiernos municipales, esos que tienen que tener listos los autobuses urbanos, las barredoras y camiones de basura, los agentes de Tráfico, los colegios, las fiestas...
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