La lluvia en Sevilla
Carmen Camacho
Multicapa
El éxito mayor de los censores en una dictadura es inducir a la autocensura. En una democracia, la corrección política, el partidismo o las sociedades de bombos mutuos inducen a nuevas formas de autocensura. Bajo la cabecera de Le Figaro figura esta frase de Beaumarchais, de cuyo famoso personaje tomó el periódico su nombre: "Sin libertad de criticar no hay elogio que agrade". Como Beaumarchais tiene mucho que ver con Sevilla me van a permitir que aplique su frase a la autocensura inducida por el partidismo o la corrección política en cuestiones patrimoniales y cofrades.
Líbrese usted de opinar sobre lo que se ha hecho, se hace y se hará en esta ciudad sin tener título de arquitecto. Es lo que llamo el síndrome Saénz de Oiza. Al visitar unos pisos que había hecho en la M-30 madrileña le llovieron las críticas de los vecinos. Cuando uno le reprochó que las ventanas de la cocina abrían sobre los fuegos y que en el dormitorio principal apenas cabía una cama de 1,35 con la que además chocaban las puertas del armario, el cabreado arquitecto le dijo que no debía haber comprado la cama sin conocer el tamaño del cuarto. Como el hombre seguía protestando, le espetó: "¡Hazte arquitecto, a ver si lo haces mejor!".
Líbrese también usted, y más en estos tiempos de pasiones procesionales reprimidas por la pandemia, de hacer la menor crítica a las invenciones, hallazgos o recreaciones que los ingenios locales desplieguen en templos, exposiciones, carteles, programas televisivos, redes o donde sea. Desde Palacio se ha dado rienda suelta a la inventiva y los mejores talentos cofrades están trabajando frenéticamente para ofrecer al público lo más granado de sus creaciones en esta Cuaresma sin superpoblación de Vía Crucis por las calles tras la que llegará una Semana Santa sin cofradías. Recuérdese lo que decía don Santiago Montoto: "Ni fías, ni porfías, ni cuestión con cofradías".
Hágame caso. Si no quiere ser tachado de raro, malaje, agorero, pedante, elitista, aficionado que se entromete donde no le llaman sin títulos para hacerlo o incluso fascista, calle o apláudalo todo. Porque en urbanismo -si gobierna el PSOE, que tiene el copyright del progreso- y en cofradías, al que no aplaude le pasa lo que al camarada que, tras una ovación a Stalin de más de 12 minutos, dejó de aplaudir. Cuando el KGB lo detuvo le dijeron: "Nunca seas el primero en dejar de aplaudir".
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