Dejadnos vivir

04 de abril 2025 - 03:06

Putin por el este y Trump por el oeste parecen empeñados en amargarnos la vida. Se oye hablar desde hace semanas de guerra, del aumento de los presupuestos de defensa, del rearme de la UE, de preparación de refugios antinucleares y de kits de supervivencia. Y ahora, de la guerra comercial desatada por la subida de los aranceles que pueden provocar una recesión económica cuyas consecuencias –ha dicho Ursula von der Leyen– “serán inmensas y nefastas para millones de personas en todo el mundo”.

La guerra nuclear ya se verá si llega o no. La económica ya está aquí. Y como siempre las víctimas serán los ciudadanos comunes y corrientes. Quienes cada mañana ponen a su país en funcionamiento sirviendo un café, dando clase, conduciendo un camión, entrando en un quirófano, atendiendo en unos grandes almacenes, levantando el cierre de un pequeño comercio, poniendo en marcha las impresoras de una editorial, recibiendo a los niños que entran en una guardería, sacando adelante una pequeña empresa… Quienes tienen como mayores preocupaciones la hipoteca interminable, la vivienda inalcanzable, el trabajo perdido, el futuro de sus hijos o su presente en un mercado laboral despiadado y el declive de sus padres cada vez más necesitados de atenciones… La única tarea de un político debe ser crear los marcos que hagan más llevaderas las no fáciles vidas de los ciudadanos. Bastante difícil es el oficio de vivir –que diría Cesare Pavese– para que lo empeoren los gobernantes y cuantos tienen el poder de tomar decisiones que afectan a muchos.

Todas las guerras, armadas o comerciales, las inician unos pocos que dicen actuar por el bien de los suyos para acabar jodiéndolos. La inmensa mayoría de los ciudadanos quiere una paz que permita la mejora de las condiciones de su vida común y cotidiana. Sin más heroísmo que el exigido por el día a día, que no es poco. Sin más tragedias que las que la vida procura, que tampoco son pocas. Vivir su vida. Sufrir solo lo necesario. Disfrutar todo lo posible. Nada nuevo. Hace veinticinco siglos decía el corifeo al final de La paz de Aristófanes: “Los combates para quien los quiera; a mí sólo me gusta beber con mis buenos amigos, junto al hogar, donde con viva llama arde y chisporrotea la leña cortada en el rigor del estío, y tostar garbanzos sobre las ascuas, y asar bellotas entre el rescoldo (…) mientras el cielo benéfico fecunda los sembrados”.

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