¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Maneras de vivir la Navidad
No sé por qué algunos se han escandalizado tanto con la declaración unilateral de la Navidad que ha realizado Nicolás Maduro. Con la de cosas que hay que recriminarle al gerifalte, andamos en esta. Puritica envidia. Ayuso, trufando su intervención con sus característicos lapsus, leía hace poco un guion que le habían escrito que se mofaba de que, en Venezuela –que últimamente parece la novena provincia, ¡lo que se ocupa de ella la política doméstica!–, las luces navideñas ya alumbren la desolación. A qué tanto escándalo, si Maduro se les ha adelantado al de Vigo y a El Corte Inglés solo unas pocas semanas.
Porque es así como, en una chispa, en cuanto despachemos Halloween y su entusiasmo de fieltro, estaremos en España: con el ánimo garrapiñado a base del dichoso espíritu navideño. Pinos muertos, zambombas, anisetes, noria, escandalera, polvorones, Mariah Carey, mangazo de perfume, lotería, comida de empresa, jerséis de cabritos o renos o lo que quiera que eso sea... De hecho, ya he visto anunciados los bonos que entonarán el consumo en los comercios de barrio –aparte de entrenar a los aspirantes a pillarlos en la olimpiada del ansia viva–. Ítem, en Sevilla además nos aguardan en vísperas grandísimos teloneros: cristos y vírgenes extemporáneos en la Magna. Crucificados y dolorosas antes del nacimiento, tremendo spoiler. Prueba inequívoca de que aquí se adelanta la Navidad cada vez más es que mi tradicional artículo de quejarme de ello cada año lo escribo antes.
Si en breve subiremos la machota que enciende las luces de la Navidad supongo que es porque la mayoría de la gente “lo compra”, como se dice ahora. Por algún extraño motivo, en el reparto de almas que han caído cerca de la mía no cuento demasiadas que disfruten del consumismo, el ruido y el exceso de las fechas que, cada vez más rápidas, se nos aproximan. Antes bien, encuentro a personas que prefieren que aparten de sí ese cáliz, y se recogen y quedan íntimas, se quitan del humo de estas velas y escogen lo sobrio, lo apartado o lo calmo en esos días. Como se hizo el referéndum de la Feria, podría hacerse uno sobre a quién le gusta, tal cual están planteadas, las vísperas de la Navidad. A lo mejor las avalanchas de gente que petan la avenida de la Constitución el día del encendido están allí porque no se han hecho esta pregunta… Broma aparte, clamo (en el desierto) por unas vísperas navideñas en tiempo y forma, que tengan presente que quienes no jamamos el espumillón, el consumismo y la euforia de fecha fija bien podríamos petar diez avenidas… Que la Navidad se atenga al almanaque, por todos los dioses, ¡que parecemos golpistas bolivarianos socialcomunistas!
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