El debate sobre los debates

29 de junio 2024 - 03:09

El debate entre Trump y Biden ha sido patético. No se sabe quién lo ha ganado, porque Trump presentó su peor cara –arrogante, antipático, sobrado, faltón– y Biden dio la razón a quienes le piden y piden al Partido Demócrata que no se presente, que pongan la excusa que quieran pero que no se presente.

En el debate se vio a un presidente que no está en condiciones ni siquiera para llegar al final de su mandato, y que aspira a continuar en la Casa Blanca. Un hombre viejo en el peor sentido de la palabra. Hay personas de muchos más años que Biden con las ideas más claras y mayor coraje que los de 40 ó 50. Es inevitable recordar la imagen de días atrás, en la cumbre del G7, cuando Meloni, con gran delicadeza, se acercó a un Biden que se había alejado unos metros, ido, como si no supiera dónde se encontraba; lo cogió afectuosamente del brazo y se lo llevó a la fila donde se encontraban los otros mandatarios para hacerse la foto de familia.

Se suele decir que en los debates electorales apenas se decide nada, pero con el tiempo ese dicho se tambalea. Siempre se pone el ejemplo de cómo Kennedy ganó a Nixon por su aspecto físico, y probablemente tienen razón los que saben de la cosa. Efectivamente el aspecto físico importa, pero también la seguridad que demuestren los candidatos, la pericia de los asesores con los que preparan la contienda, las circunstancias personales, el conocimiento a fondo de las cuestiones que importan a los ciudadanos … y también el llamado carisma, el don de gentes, la capacidad de seducción. Aunque hay ejemplos sobrados que desmienten esto último. Calvo Sotelo, un hombre brillante, culto, que fue gran presidente en el poco tiempo que duró –le falló el partido– no tenía carisma, solo los periodistas que le conocimos bien sabemos de su rigor, preparación, sentido de Estado… y sentido de humor. Sí, sentido de humor, era una de sus principales virtudes. Si embargo, ni él mismo ni sus asesores sacaron partido de esa cualidad.

Los debates funcionarán cuando los asesores dejen cierta libertad al moderador para que pregunte lo que hay que preguntar aunque moleste, cuando no se pongan vetos a nada, cuando el cronómetro no importe más que lo que dicen los candidatos y cuando demuestren que saben de qué hablan sin verse obligados a manejar fichas que a veces ni ellos mismos entienden. Cuando se muestren como son.

Esto último también puede ser un problema. En el debate entre Trump y Biden, vimos a un candidato odioso por su prepotencia, enfrentado a un anciano perdido ante los muchos problemas que se le planteaban. Inquietante cuando de ellos depende tomar decisiones que marcarán el futuro no solo de Estados Unidos, sino del mundo.

Un país tan poderoso no puede permitirse llevar a la Casa Blanca a una persona que no esté a la altura. Y ni Trump ni Biden inspiran hoy la mínima confianza.

Tampoco en España la mayoría de los españoles confían en las capacidades de su presidente. Ni siquiera ganó las elecciones.

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