¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Cuando se señala la condición, el oficio o la dedicación de una persona suele ser porque destacada o sobresale en sus cometidos. O porque alienta controversias que alteran el estado de las cosas en un determinado momento -el statu quo-. O porque se gana general reconocimiento y respeto por su íntegra y ejemplar coherencia. Es el caso, como meridiana muestra, del cura Diamantino, de cuyo fallecimiento, el 9 de febrero de 1995, se cumplió hace poco el veinticinco aniversario. Nacido en un pequeño pueblo de Salamanca, Diamantino García Acosta pronto vivió en Sevilla, donde sus padres emigraron, y en su infancia correteó por el Cerro del Águila, para cursar después el Bachillerato en el instituto San Isidoro, ingresar en el Seminario y, ordenado sacerdote, ejercer su singular ministerio como párroco de Los Corrales. Además de ser socio fundador, en 1976, del Sindicato de Obreros del Campo y, en 1990, de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía. Su muerte reunió a feligreses, religiosos, políticos, sindicalistas y una legión de amigos y compañeros porque el testimonio de Diamantino hizo causa con los marginados y los pobres, sin que a su palabra faltara nunca el ejemplo del compromiso, la integridad de la coherencia. Un año después de su muerte, la editorial Nueva Utopía, con el apoyo y la colaboración de la Presidencia de la Junta de Andalucía, publicó un grueso volumen, Como un diamante. Escritos de Diamantino García, cuya lectura afirma y sostiene el recuerdo de una persona, de un cura ejemplar. Se pregunta Diamantino "¿Por qué sigo siendo sacerdote?" y en 1992, tres años antes de su muerte y cerca de veinticinco tras su ordenación y ejercicio como párroco de Los Corrales, escribe: "Desde el principio mi objetivo fue intentar vivir como la mayoría del pueblo. Así ponía en práctica la encarnación que había aprendido en el seminario. Además de esto, a lo más que podía esperar era a acompañar humildemente a estas gentes en sus sufrimientos, dificultades, aspiraciones. Vivir y acompañar, esos fueron mis dos objetivos fundamentales. Y en mi calidad de creyente y de cura desde el comienzo me planteé como tarea fundamental vivir la fe cristiana entre la gente del pueblo. Intentar, antes que nada, ser testimonio de una persona que cree en Dios". Se valió, entre muchos otros testimonios y compromisos, de la "austeridad solidaria", con un doble sentido manifiesto: "Un sentido económico y ello significa ahorro. Y un sentido moral que es lo que traduzco en el concepto de solidaridad. Uno es más austero, no para ahorrar más, sino para compartir mejor". Firmes propósitos no reñidos con el compromiso y la denuncia ante la situación de los jornaleros del campo, de los inmigrantes, de los desvalidos. Con una militancia y activismo que no pocas veces acarreaban incomprensión y rechazo, aunque sin merma del respeto a la coherente vocación del cura Diamantino.
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