La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Cinco años con okupas en la puerta de tu casa" titulaba anteayer la compañera Ana S. Ameneiro su información sobre el calvario que medio centenar de vecinos de la calle Jesús del Gran Poder llevan padeciendo demasiado tiempo a causa de un grupo de okupas, trotamundos, sin techo vocacionales o simplemente gamberros que pernoctan allí, gritan, se emborrachan, se pelean y hacen sus necesidades en sus soportales. Hasta diez veces han denunciado los vecinos esta situación. La última, el pasado 15 de noviembre de 2021,dirigiéndose a la comisaría de Policía Local del centro para denunciar que "una serie de personas que pernoctan en los soportales del edificio y discuten a voces entre ellos durante la noche, así como ensucian la zona con orines y basura, interrumpen las horas de descanso de los vecinos y se enfrentan a los que les llaman al orden" y rogando que "pasen en horas nocturnas por la zona para comprobar tales hechos y desalojen a estas personas, para que se trasladen a los albergues donde puedan ser atendidos". Pero resulta que no quieren ir a los albergues -escribe Ameneiro- porque están obligados a cumplir las normas de convivencia. Y que en Sevilla "no existe ninguna ordenanza municipal que prohíba dormir en la calle o instalarse de noche en el soportal de un bloque de vivienda ni se aplica la ordenanza de limpieza ante los residuos que generan". Así que a fastidiarse, por no decir a joderse. En cambio, sobre los ciudadanos a los que fastidian sí caen con todo su peso leyes, ordenanzas, impuestos y penalizaciones. ¡Y ojo si no cumplen!
La literatura y el cine tienen una cierta (o bastante) responsabilidad en la demonización de los ciudadanos que cumplen con sus obligaciones y respetan las normas de convivencia, y en la paralela angelización de quienes las transgreden con sus comportamientos incívicos y agresivos. La clase media es la más maltratada, insultada y ridiculizada por la literatura y el cine de entre todas las clases sociales. Sórdida, egoísta, imbécil, inculta, intolerante, estrecha de corazón y de mente, groseramente materialista… ¿Recuerdan cuando burgués era un insulto? Mientras los gamberros, incluso los que además de guarros son violentos, son admirables antisistema y almas libres que desprecian y desafían la represión burguesa. A veces, caso de Barcelona, autoridades que se tienen por progresistas les apoyan. Así les va.
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